En clave de sol By Gustavo López

Conocemos como pagafantas a aquellos que, para agradar a otros, actúan sin atender a su propio beneficio o interés, a la espera de alguna retribución improbable en el futuro, y que es visto como un tonto útil.
Siguiendo con esta palabra, me he inventado lo de pagahipotecas a raiz de una información que leí hace unos días cuando estaba de vacaciones, tumbado a la bartola, y que me dio por pensar a la vez que por apesadumbrarme al ver la generación a la que estábamos dando forma. La noticia en cuestión aludía a que la mitad de la renta de los españoles se dedica a pagar la hipoteca, siendo este un dato que supera, y en mucho, a lo que utilizan los europeos para el mismo fin. Además, hace tan solo dos años, se dedicaba hasta un 15% menos cada mes para este menester.
Sin duda, esta vertiginosa subida, viene provocada por el incremento del coste de los préstamos, que a la vez, se ha traducido en una ralentización del número de compraventas de viviendas en lo que llevamos de año. Además, hay mucha gente que opta por el alquiler, lo que podría suponer una mayor presión al alza de los precios.


Por otro lado, el precio de la vivienda en España crece más rápido que los salarios, lo que está provocando que aumente la desigualdad de la riqueza y la proporción de población en riesgo de exclusión social.
Desde que comenzó la subida de tipos, los precios se han incrementado un 8% y se espera que lo hagan otro 2% en lo que resta del año.
Todos estos datos y estudios que en estos momentos tenemos sobre la mesa, no nos hacen ver el futuro con un cristal de color rosa, y además, piden a gritos que se trabaje de forma coordinada para poner solución a un disparate que se podría decir que es hasta anticonstitucional, ya que si todos tenemos derecho a una vivienda digna, y por norma, todas las personas tendemos a buscar nuestra independencia, es justo, necesario y obligatorio, que se pongan los medios para lograr esto.
No puede ser que una persona dedique la mitad de sus ingresos a pagarle al banco.
Sube la demanda de viviendas; baja la oferta; cada vez se conceden menos préstamos; y es momento plantear ya un pacto de Estado como compromiso político a largo plazo que proporcione estabilidad regulatoria al mercado inmobiliario, respete las reglas del libre mercado y facilite el acceso a la vivienda a todos los ciudadanos al margen de ideologías. Pero mola más el beso de Rubiales.