En clave de sol by Gustavo López
Cuando todavía resonaba la celebración de la Pascua de Resurrección, la casualidad ha querido que el mundo despida al Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano y jesuita en la historia de la Iglesia Católica. Su fallecimiento, cuando el reloj marcaba las 7:35 del lunes 21 de abril, pone fin a una era profundamente transformadora en el Vaticano, caracterizada por un compromiso con la humildad y la justicia social.
Desde sus primeros días, el Papa Francisco rompió moldes. Rechazó los lujos del Vaticano, eligió vivir en la residencia Santa Marta en lugar de en el palacio apostólico, y usó un Ford Focus, en vez del tradicional papamóvil blindado. Con gestos sencillos, pero cargados de simbolismo, se fue ganando el apodo de “el Papa del pueblo”.
El Papa Francisco, sin duda, ha sido una figura de reformas y puentes. En un mundo dividido, su papado se ha centrado en tender la mano a los pobres, a los migrantes, a los olvidados, a otras religiones y a aquellos que se sentían excluidos por la Iglesia.

A nivel interno, emprendió una tarea titánica de reforma financiera en el Vaticano, enfrentando resistencias con la firmeza que lo ha caracterizado. Su postura sobre temas como la homosexualidad, los divorciados vueltos a casar y el papel de la mujer en la Iglesia mostró una apertura pastoral sin abandonar la doctrina, pero invitando siempre a la apertura de criterios.
El pontificado de Francisco ha estado marcado por desafíos como la pandemia del Covid, guerras, crisis migratorias y escándalos dentro de la propia Iglesia, y en cada uno de ellos, siempre se mostró con una voz de esperanza, reafirmando el valor de la dignidad humana. Su histórica visita a Irak en 2021 y su encuentro con el Gran Ayatolá demostraron su valentía. Además, fue un incansable defensor del diálogo como camino hacia la paz.
El fallecimiento del Papa Francisco deja un vacío inmenso, pero también un legado sólido. Será recordado como un hombre cercano, valiente y un líder espiritual con los pies en la tierra. El mundo se despide no solo de un Papa, sino de un hombre que supo humanizar el papado y recordarle al mundo que, en palabras suyas, “la Iglesia no es una aduana, es la casa donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”, remarcó en varias ocasiones.
Descansa en paz, Papa Francisco. Tu voz seguirá por mucho tiempo y, sobre todo, tu legado principal va a estar formado de hechos, y eso es innegable.