Carlos D. Chico Monreal. Arquitecto. Arquitecto técnico e Ingeniero de Edificación

Día Mundial de la Arquitectura

“Durante los confinamientos los hogares cobran mayor importancia en nuestras vidas. Es compromiso de los arquitectos con la sociedad en contribuir a construir un futuro mejor, en el que la Arquitectura garantice el bienestar, la salud y la seguridad de todas las personas mejorando la calidad de las edificaciones y el entorno construido”

En 1985, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, atendiendo a una recomendación de la Comisión de Asentamientos Humanos, designó que el primer lunes de octubre de cada año sería el Día Mundial del Hábitat, con el objetivo de reflexionar sobre el estado de nuestras ciudades, al mismo tiempo que premiar organizaciones o individuos por su excelente contribución a la mejora de las condiciones de los asentamientos humanos.

En 1997, la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) decidió sumarse a esta iniciativa y también instituyó el primer lunes de octubre de cada año como Día Mundial de la Arquitectura, coincidiendo con el Día Mundial del Hábitat. Desde entonces, en esta fecha se celebran varias actividades conmemorativas a escala mundial por parte de las secciones nacionales de la UIA, las agrupaciones profesionales de arquitectos y otras instituciones vinculadas con la arquitectura.

Este año, quizás más que nunca, la arquitectura cobre mayor importancia si cabe en nuestras vidas, cuando aún tenemos en la memoria reciente los confinamientos totales que tuvimos durante los meses de marzo, abril y mayo. Duros meses en los que ha cambiado la vida tal y como la conocíamos. Un país mediterráneo como el nuestro, donde la mayor parte del día y de nuestra vida se desarrolla en la calle, trabajo, vida social, ocio, deporte, fiestas, eventos, acompañados por un clima idóneo que da lugar a ello, en el que de repente, todo eso desaparece y se reduce al interior de nuestros hogares.

Espacios de nuestras casas que se han convertido de repente y durante mucho tiempo, (todavía lo son), en improvisadas oficinas, escuelas, gimnasios, los espacios de los edificios más infrautilizados como las azoteas se han convertido en espacios amables donde poder respirar aire puro, tomar el sol y el aire, caminar, leer, observar el entorno. Los garajes, esos lugares de paso sucios y oscuros que de repente descubrimos que tienen una rampa en la que los niños no se cansan de subir y bajar con bicicletas, patinetes. Hasta esas video llamadas que hemos hecho a familiares y amigos han propiciado elegir bien el lugar para tener un fondo atractivo o al menos agradable, lo que antes nunca hubiésemos pensado, esa estantería de libros, cuadro, color de pintura, vistas desde nuestra ventana, o una foto en la pared han hecho de decorado improvisado. Los balcones, esos pequeños espacios que nos permiten relacionarnos con la calle a vista de pájaro, cuánto habrán pensado en ellos los que en su día decidieron cerrarlos con antiestéticos ventanales de aluminio y cristal suprimiendo la vinculación con el exterior que el arquitecto brindó a la vivienda.

Del mismo modo que las terrazas de los áticos, que por impositivo urbanístico se generan mediante el retranqueo de la línea de fachada para no superar la altura máxima permitida de las edificaciones, y que, en muchos casos, incumpliendo las ordenanzas municipales, se cierran del mismo modo cruel que los balcones, suprimiendo el contacto directo con el exterior, ampliando la superficie útil de las viviendas pero disminuyendo considerablemente el bienestar del hogar. 

Todas estas estancias o habitaciones rígidas de las viviendas que han sido forzadas a ser flexibles, en cierto modo, a base de desplazar mobiliario, alfombras u otros enseres para conseguir generar el espacio o ambiente necesario. ¿Y si en esos casos las viviendas hubieran estado configuradas con tabiques móviles, muros equipados o paquetes funcionales que organizaran el espacio según diversas situaciones o preferencias de sus habitantes en cada momento? Todo habría sido más fácil. Potente concepto éste de la flexibilidad de las viviendas en tiempos de confinamiento que, desde luego, merece un capítulo aparte.

En los mejores casos, esas viviendas con patio o jardín, que eran simples espacios exteriores de paso u ornamentales que se han convertido en una maravillosa extensión de la vivienda, ampliando los límites de nuestros hogares más allá de los cerramientos de la fachada. “Cerramientos” esta palabra del castellano, que nos sugiere acción o efecto de cerrar o cerrarse, cuando lo que queríamos en esos meses era abrir y liberar. Nuestra propia casa nos servía de protección y al mismo tiempo de privación.

Esto ha dado lugar a reflexionar sobre las casas en las que vivimos, y si aprendemos de ello poner el punto de vista en cómo queremos que sean las casas en las que viviremos. Por ello, la arquitectura siempre ha jugado un papel social de vital importancia, aumentando su valor más si cabe en periodos históricos de crisis. Aspectos como el tamaño, la iluminación, la ventilación, la orientación, el confort térmico y acústico, la eficiencia energética, la relación interior-exterior, el entorno, la flexibilidad, la circulación, la accesibilidad, etc. todos ellos conceptos arquitectónicos que pasaban desapercibidos y ahora han ocupado gran parte de nuestro pensamiento y tiempo durante meses. 

Fruto de estas y otras reflexiones han surgido multitud de escritos y trabajos entre los que cabe destacar las espectaculares ilustraciones del italiano Pierpaolo Rovero, artista e ilustrador que ha aprovechado la cuarentena para imaginar lo que la gente hace en el interior de sus hogares en diferentes ciudades del mundo. En primer lugar, dibuja la ciudad, sus edificios, sus fachadas, sus ventanas y sus detalles, es como descubrirla y así conseguir adentrarse en ella, y una vez terminado esto decide adentrarse en ellos diciendo que van a hacer sus habitantes.

Así surgió la primera de las ilustraciones, la de su propia ciudad: “Turín se encierra”, la tituló. La publicaba el 23 de marzo, en plena explosión de la Covid19 cuando más fuerte pegaba la pandemia en el norte de Italia, donde reside. El dibujo mostraba decenas de edificios que recreaban Turín, ventanas a través de las que se contemplaban parejas, familias, amigos, todos ellos encerrados en sus casas. Le siguió Génova donde la gente se abrazaba, en Florencia cocinaban, Bruselas desayunando, Ámsterdam pintando, Grecia haciendo deporte y bebiendo té en Londres, Tokio, New York, Estambul, Beirut, Barcelona etc. Luego llegó el turno de Madrid, donde el artista decidió representar a sus habitantes haciendo el amor en el interior de sus hogares y hasta Jerusalén donde rezaban. El proyecto llegará a su fin cuando el artista represente hasta 24 ciudades, queriendo reflejar las 24 horas del día. Así, en secuencia, se podrá ver todo el mundo en un día completo, en diferentes horas, en diferentes lugares, en diferentes culturas, pero todo ello englobado en un denominador común, la Arquitectura, generadora de espacios, de ambientes, de sensaciones y de vida. 

Y no sólo la Arquitectura se centra en las viviendas y edificios, sino que también actúa directamente con la forma de crear ciudad. La mayoría de ellas fueron construidas con formas de vida que ya no son las nuestras, consumiendo recursos naturales que ahora estamos más concienciados que nunca de que no son ilimitados. Ahora demandamos ciudades más amables para el peatón, más dinámicas, más sostenibles y mejor comunicadas, siendo conocedores que muchas de ellas necesitan una profunda rehabilitación y  regeneración de su tejido urbano.

                En el Día Mundial de la Arquitectura, desde siempre y sobretodo en estos duros momentos, es compromiso de los arquitectos con la sociedad y un reto acuciante seguir trabajando en ello para contribuir a construir un futuro mejor, en el que la Arquitectura garantice el bienestar, la salud y la seguridad de todas las personas mejorando la calidad de las edificaciones y el entorno construido.