De la fatalidad de Valverde y el escándalo de Sagan, a la exhibición del ciclista de Cerdeña, Fabio Aru, en la etapa de ayer miércoles

Del mayor evento ciclista del año lo mínimo que se esperan son emociones fuertes, que la contienda competitiva deje paso a grandes titulares, grandes hazañas deportivas analizadas y diseccionadas por la prensa y por los aficionados hasta el milímetro.

Pero no es menos cierto que, de manera ciertamente habitual, entre los aspectos meramente deportivos suelen colarse, especialmente durante la primera semana de carrera, otras contingencias que suelen marcar de manera indeleble el desarrollo futuro de la competición ciclista y de los que son sus protagonistas. Y en esta edición del Tour, en apenas cinco etapas, ya se han sucedido algunos sucesos importantes.

Ya en la primera etapa de este Tour de Francia, la crono inaugural de poco menos de 14 kilómetros, llegó el primer gran titular de esta edición de la ronda gala. Éste sería el abandono por caída del excelso murciano de Las Lumbreras, Alejandro Valverde, en aquella curva maldita, en aquel choque fatal con aquella valla homicida que no contaba con protección alguna. El egregio ciclista se fracturaba la rótula y el astrágalo de la rodilla y el tobillo izquierdo.  El nombre de la ciudad alemana de Düsseldorf permanecerá tristemente perenne en el recuerdo de miles, de millones de aficionados al ciclismo por todo el mundo, especialmente impresa en el subconsciente del público español y murciano, que se veía obligado a digerir, a las primeras de cambio, como el ciclista con mayor capacidad de improvisación y desequilibrio del Tour de Francia decía adiós a la carrera, a la competición soñada por ‘el Bala’ y por todos los que amamos su combatividad y entrega sin límites al ciclismo.

Pero a la baja del murciano se uniría poco después la del guipuzcuano Ion Izagirre, que decía adiós a la Grande Boucle en la misma curva, con una fractura inestable en una de sus vértebras. Balance nefasto de carrera cuando se llevaba recorrida una fracción minúscula del total de 3.540 kilómetros con los que cuenta la competición ciclista.

Pero de entre la marejada de ese mar turbulento en que se había erigido aquella crono emergió la figura del británico Geraint Thomas, que acabaría marcando el mejor tiempo en meta para conquistar el primer maillot amarillo, y su equipo, el Sky, meter entre los diez mejores de la etapa a cuatro de sus ciclistas, con el también británico Chris Froome marcando el mejor registros de entre los favoritos.

Luego vendría la polémica por el vortex. Nada punible… hasta el momento.

Al día siguiente, 2ª etapa entre la citada ciudad de Düsseldorf y Lieja. 203 kilómetros para que el velocista alemán Marcel Kittel acabara imponiendo con autoridad manifiesta su superioridad como hombre más rápido en un sprint completamente llano, de los llamados puros. No sin un susto en forma de caída con varios favoritos implicados a 30 kilómetros de meta, afortunadamente sin consecuencias.

La 3ª etapa abría el abanico de posibles aspirantes al triunfo, con una cota final de 1’5 kilómetros a una pendiente media del 6% en la ciudad francesa de Longwy, que hacía –por necesidad– que fueran otros –a los velocistas puros– los que aspirasen a la gloria deportiva del día. Y sería el flamante campeón del mundo, Peter Sagan, el que acabaría alzando los brazos apabullando al resto de contrincantes, con una superioridad tal que fue capaz de cruzar la línea de meta en primera posición pese a la salida de una de sus zapatillas del pedal a 200 metros de meta. Pero el eslovaco pudo subsanar el percance con su habilidad innata habitual, para liquidar a sus rivales con lo que podríamos calificar de medio zarpazo. Su capacidad y versatilidad hacían a Sagan apuntar muy alto en aquel momento.

El martes 4 de julio llegaba la 4ª jornada de carrera, de nuevo etapa kilométrica, por encima de los 200 kilómetros de recorrido total, 207 para ser exactos. Pero a diferencia de las anteriores, ésta tendría un trazado quebrado y plagado de multitud de toboganes y pequeñas tachuelas entre las que se encontraba, sin embargo, una única cota de 4ª categoría puntuable a 37 kilómetros de meta.

Dicha orografía dejaría fuera del combate final por la etapa en el sprint del día al velocista más potente de la carrera, el citado Marcel Kittel, para encumbrar la figura del también velocista francés –pero más versátil– Arnaud Démare, en un sprint plagado de polémica que acabaría dejando fuera a otra de las grandes estrellas y atracciones de la carrera.

Peter Sagan era fulminante y justamente expulsado por una acción antideportiva que ha traído polémica y que la seguirá generando. Sagan propiciaba con un gesto claramente punible la caída, y también retirada por fractura de omoplato, de uno de sus rivales directos en el sprint final de aquella etapa, Mark Cavendish.

El deporte es, por encima de todo, un ejemplo. Un paradigma en el que nuestros jóvenes pueden fijarse para ser mejores, y el espejo en el que toda una sociedad ha de mirarse para alcanzar metas, en nuestro ámbito familiar, profesional, etc.

Pero no todo vale, y ante acciones como la de Sagan, no queda otra que ser estrictos y tajantes, pues en caso contrario pondríamos en entredicho los valores que ha de transmitir el deporte a nuestros jóvenes y a nuestra sociedad en general.

Decisión justa, bajo mi punto de vista.

Y así se llegaba a la 5ª jornada de carrera, la primera etapa con final en alto, a la llamada Planche des Belles Filles. Una cumbre del macizo de los Vosgos –6 kilómetros al 8,5% de pendiente media– a la que el Tour solamente había llegado en dos ocasiones previas, pero en la que siempre se han impuesto campeones del Tour de Francia: Froome (2012) y Nibali (2014).

160 kilómetros y la superación previa de un solo puerto de montaña para que los grandes favoritos desenvainaran su espada y mostraran por primera vez sus cartas.

Y fue allí, donde un italiano con el maillot de campeón de Italia se impuso hace tres años, donde ha volvió a hacerlo en el día de ayer otro con un maillot tricolor como aquel que portaba Nibali.

Un Fabio Aru poderoso, valiente y desencadenado se bastó por sí mismo para desarbolar la espartana organización del equipo Sky de Froome y del hasta ayer líder, Geraint Thomas. La rampa de lanzamiento propuesta por los británicos para que ‘la bestia keniata’ se hiciera con el amarillo con exhibición incluida, ha acabado haciendo aguas… a medias.

Froome se viste de amarillo, sí, pero el que se exhibe es Fabio Aru, el enorme ciclista de Cerdeña.

La etapa no obstante apenas deja diferencias entre los favoritos, todos en un pañuelo, con la buena noticia de un Alberto Contador que tras un breve instante de crisis ha podido sobreponerse y llegar con el resto de líderes a meta. Y las dudas de Quintana, desgajado del resto de favoritos en meta.

Así, el Tour se encuentra en plena ebullición y efervescencia, con una semana intensa y casi decisiva por delante, con la llegada a la estación de Rousses (el sábado), la terrorífica jornada de montaña en el macizo de Jura con final en Chambéry (el domingo) y las dos citas pirenaicas de las jornadas 13ª y 14ª (el próximo miércoles y jueves).

Que viva el ciclismo, el Tour y que siga la fiesta.