Parece que fue ayer, y han pasado ya seis meses desde que los ciudadanos españoles pasamos por las urnas, justo en vísperas de Navidad. Y como quien no quiere la cosa, nos encontramos con el mismo desaguisado con el que despertamos el 21 de diciembre, sin gobierno, y con pocas expectativas de que fácilmente se conforme tras el próximo domingo 26-J, pero con más calorcito, meteorológico y político.
La segunda estación y parada es el domingo, y según cuentan desde derecha, izquierda, centro y otros extremos, incluso los expertos en consultoría demoscópica, los resultados van a ser muy parecidos, tanto, que o se ponen de acuerdo en los pactos, o gobierna el partido más votado y punto, o estaremos abocados (Dios no lo quiera) a unas terceras elecciones, y eso ya sería, el ridículo mundial como dice Rajoy, aún hoy, presidente del Gobierno en funciones.
Andan ahora los partidos muy enfrascados en dirigirse de manera sistemática, a los tres millones de indecisos, que dicen que hay, y que serían los que decidirán hacia donde se inclina la balanza. Todos apelan a una llamada a la responsabilidad, al voto útil, a votar a los que realmente tienen opción de gobierno y no a los partidos emergentes, que para muchos, son los que nos han llevado a una situación de desgobierno.
De cualquier manera, la cita del domingo 26 de junio con las urnas, es importante, decisiva, y donde los españoles nos jugamos nuestra imagen, prestigio, economía y donde debemos tener en cuenta, que afrontamos un derecho y un deber fundamental que tenemos, que está recogido en el artículo 14 de la C.E., y que nos iguala absolutamente a todos, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
La misma responsabilidad que tenemos los ciudadanos el domingo para ir a votar, es la que solicitamos a los líderes políticos para conformar gobierno el día después, pase lo que pase.