Editorial
Uno de los objetivos más comunes que suelen tener casi todos los colectivos, es el de disponer de una sede propia donde poder desarrollar su actividad o simplemente que sirva de punto de encuentro entre sus asociados. En este sentido, desde el Ayuntamiento se ha intentado siempre dotar a todas las asociaciones de un espacio, donde sin duda se marcó un punto de inflexión con la inauguración y puesta en marcha del Centro Sociocultural Roque Baños.
En esta línea, y cumpliendo uno de sus sueños, el pasado sábado abrió sus puertas por primera vez la Casa Samaritana, que durante los últimos tres años ha dado forma la hermandad del mismo nombre, hasta lograr todo un hito propiciado principalmente por la valentía de unos hermanos/familia, que han sabido, en todo un tiempo récord, demostrar que cuando se quiere, se puede, y que el movimiento, se demuestra andando.
En Jumilla, como supongo que, en todos lados, la Semana Santa está formada por hermandades grandes, pequeñas y medianas, dependiendo siempre del número de hermanos que con sus cuotas sostienen su normal funcionamiento. Y por lo tanto, en función de esto, es directamente proporcional al número de enseres y patrimonio que disponen y el valor que representan.
Por eso, el acto que protagonizaron los samaritanos jumillanos el pasado sábado tiene un valor increíble e inmenso, demostrando que a veces también el pequeño se come al grande, demuestra que la unión hace la fuerza y que querer, es poder.