Editorial
La tradición siempre ha marcado que el 1 de noviembre da oficialidad al inicio del invierno en Jumilla. De hecho, habremos escuchado mil veces eso de estrenar los abrigos para subir al cementerio. Pero ahora, esto ya no es lo mismo, ya que ni el frío es tanto, ni el día de Todos los Santos se vive de la misma manera. Los tiempos está claro que han cambiado, pero en lugar de adaptarnos, lo que ha pasado es que le hemos dado una patada en el culo a lo nuestro, abriendo los brazos a lo que nos ha llegado importado. En fin, una más de tantas ya, que por desgracia, nos apasiona todo aquello que llega forastero, mientras despreciamos lo de aquí y a los nuestros.
Como todas las cosas, Halloween no está mal del todo, se trata de una tradición que, como todas las cosas, en su justa medida, pues se adopta como fiesta, para divertirse, y, sobre todo, auspiciada por los centros educativos que, al ser ahora bilingües, pues utilizan todo este tipo de tradiciones americanas dentro de sus planes de estudios.
Así llegó el famoso ya truco o trato que, en los últimos años en Jumilla, se ha alejado de lo que debiera ser para convertirse en una noche de vandalismos, donde se queman contenedores, se tiran huevos sin mirar donde, incluso sobre fachadas de edificios, y amparados por las máscaras, se hacen bromas pesadas que, precisamente de chiste, tienen poco.
Todos los Santos es lo nuestro y está rodeado de decenas de tradiciones. Halloween puede ser una víspera, pero siempre sin sacar las cosas de contexto y con respeto.