Pascual David Muñoz Álamo

En las autopistas de la vida lo importante es sentirse libre y caminar donde lo desees, sin límites, sin exigencias, sin condicionantes. Las culturas y sociedades actuales tienden a reconocer lo que debió estar en el tiempo pasado ya conseguido, los pasos avanzan hacia un modelo de equilibrio, de sentido y de reconocimiento.
Por ello existen fechas en el calendario que no deberían haber brotado nunca, abrirse a la vida es lo que todos hemos logrado, gracias en buena parte a una madre. Una MADRE se escribe con M de mujer, aquella a la que deberíamos otorgar adoración, cariño, aprecio, devoción y veneración.


No lo olvides y grábatelo a fuego, como desees en un tattoo “Amor de Madre” o como consideres oportuno, pero tenle un hueco en tu corazón para no olvidar que sin ella, tú no existirías. Ese lazo que te une de por vida, ojalá que sea infinito, que supere al mito del –hilo rojo, creencias tan seguidas en las mitologías chinas, japonesas y sin duda, en el mundo.
Nos acercamos a una efeméride de esas que nunca tendrían que haber encontrado un hueco, un día, una hora, un segundo, una víctima. El 25 de noviembre tiene que sonar, tiene que sensibilizar, tiene que humanizar. Necesitamos a todas y a todos para protestar, necesitamos a todas y a todos para alzar la voz, que nunca más debe volver a suceder, que ninguna mujer tiene que recibir violencia de género.
Aparecen disfrazadas sus diferentes formas de presencia, debes abrir tus ojos y estar alerta y debes conocerlas y no soportarlas, para de esa manera poderlas combatir, poderlas expulsar.
Aquellas frases hechas como “quien bien te quiere te hará llorar” o “la letra con sangre entra” denotan sufrimiento en el amor, sin justificación en el mundo presente, que no toca llorar que lo sepas, que vivimos una vida terrenal y no podemos vivirla en soledad, amargadas en un pozo donde la escalera se aleja de ti y tu salvación se llama, ¡HASTA AQUÍ!
-Homo sapiens- en latín “el hombre sabio”. La demostración es saber que debemos girar, que debemos ponernos en la piel del otro, que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros y si no es visto desde ese prisma, los valores de la vida se tambalean. No existe la propiedad de nadie, existe la felicidad para “T O D O S”.