Editorial
Parece mentira, pero estas cosas pasan, y para ejemplo un botón. Y es que el pasado viernes, se inauguró, reinauguró o visitó, como se le quiera llamar, la plaza Víctimas del Terrorismo, un espacio que en Jumilla se llama así desde hace nada más y nada menos que 14 años, pero que a pesar de estar supermegacéntrica, lo cierto es que si se hiciera una encuesta entre los jumillanos y se les preguntara dónde está esta plaza, casi con seguridad, muy pocos sabrían ubicarla.
La plaza Víctimas del Terrorismo es la que se sitúa en la parte de atrás del Teatro Vico, para más señas, donde está la Churrería de Sota, o de Liber, y así no se pierde nadie, y como decíamos, en 2010, el pleno municipal aprobó por unanimidad ponerle este nombre, pero lo cierto es que ni siquiera una triste placa se había puesto.
Al final de la anterior legislatura, se incluyó la remodelación total de este espacio dentro del Plan de Sostenibilidad Turístico en Destino, merced a un proyecto del arquitecto local Carlos Chico. Tras las elecciones se cambió de Gobierno local, pero la obra siguió y se acabó, y con la visita de la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, María del Mar Blanco, hermana del malogrado concejal de Ermua, se quiso por fin poner en valor, anunciando además que este sería un acto que quedaría institucionalizado año tras año cada 26 de abril.
Sin duda, este tipo de cosas demuestran que muchas veces se aprueban las cosas en pleno por todos, pero, aunque se hagan, duermen el sueño de los justos, o los injustos, según se mire. Y además, también se pone de manifiesto que debemos trabajar todos por poner en valor nuestras cosas, nuestros espacios y nuestras potencialidades, que son muchas. Debemos de creérnoslo.