Con itinerario por las calles más antiguas de Jumilla

Se contó con una capilla musical de la banda Julián Santos

M.C.Cañete Vera

El año pasado no pudo ser debido a las previsiones de lluvia, pero éste sí. La Procesión de Martes Santo se volvió a vivir con fervor por los en torno a 350 penitentes y por numeroso público que salió a presenciarla.


Algunos de los penitentes portaban velas y otros llevaban pesadas cruces y cadenas, en señal de ofrenda o promesa y como muestra de devoción al Cristo de la Vida y Nuestra Señora de la Esperanza, imágenes protagonistas de este desfile penitencial.

Además, se contó con una capilla musical integrada por tres músicos de la Asociación Julián Santos, con los instrumentos clásicos como el oboe, clarinete y clarinete bajo. Interpretaron una selección de piezas clásicas formadas por motetes y saetas del silencio, y a las que se sumó un motete inédito del compositor jumillano Julián Santos, que con el nombre de ‘Ego Sum Vita’ (Yo soy la vida), “ha quedado dedicado, por gentileza de la familia Santos, a nuestra imagen titular y a cuyos sones dio comienzo su estación de penitencia”, según ha informado José Carrión presidente de la Hermandad.


Tras el acto penitencial, partió la procesión que recorre las calles más antiguas de Jumilla.

Es, sin duda, una de las más peculiares de la Semana Santa jumillana por su austeridad, silencio, oscuridad, tan solo rota por las hogueras, sonidos de cadenas y olor a incienso.