Editorial
El monte es, sin duda, uno de los tesoros más valiosos que tenemos en Jumilla. Sus pinares, su fauna y su paisaje son parte de nuestra identidad, de nuestra calidad de vida y de nuestro futuro. Sin embargo, a menudo solo nos acordamos de él cuando el humo y las llamas nos recuerdan, en pleno verano, lo frágil que es y lo mucho que puede perderse en cuestión de horas.
La verdadera defensa del monte empieza mucho antes de que lleguen las olas de calor. Es en invierno cuando debemos actuar con responsabilidad y previsión: limpiar sendas, retirar restos de poda y rastrojos, mantener cortafuegos, cuidar la repoblación forestal y, sobre todo, educar en el respeto hacia la naturaleza. Cada pequeño gesto durante el frío, evita que, después, tengamos que lamentar tragedias irreparables.

No podemos delegar únicamente en las administraciones. La conservación del monte es un compromiso compartido, en el que vecinos, agricultores, asociaciones y responsables locales, regionales y nacionales, tenemos un papel activo. Si lo cuidamos en la estación fría, cuando el riesgo parece lejano, estaremos construyendo un escudo eficaz frente a los incendios y asegurando que las generaciones futuras puedan disfrutar de este pulmón verde.
El invierno es tiempo de prevención. El verano, de agradecimiento. Cuidemos hoy lo que mañana nos dará sombra, oxígeno y vida. Porque los montes de Jumilla no son un recurso más: son parte de nuestra esencia. Son parte de nuestra vida.












