Maldito gol el de Paolo Etamané. Aquel que hace poco más de cuatro años permitió al FC Jumilla superar al Ascó en el por aquel entonces Municipal La Hoya, y sellar el ascenso a la categoría de bronce. Un tanto que ha permitido a la entidad vinícola disfrutar de la época más gloriosa de su breve historia, tras haber militado cuatro temporadas en Segunda División B. Son muchas las alegrías que se ha llevado la afición en este periodo, muchos los grandes e históricos equipos que han pasado por la ciudad del vino, y muchas las páginas que se han escrito con el nombre de Jumilla a lo largo y ancho del país, así como informativos de radio y televisión.
Pero no todo vale. No a cualquier precio. El FC Jumilla ha vivido estos cuatro años muy por encima de sus posibilidades. Ni el Ayuntamiento tiene capacidad para soportar la elevada carga económica que supone competir a este nivel, ni se ha conseguido involucrar al tejido empresarial de la localidad. Otro de los factores es la escasez de aficionados que cada domingo se ha ido citando en la grada del ahora Uva Monastrell. Pocos pero valientes, eso sí. Desgraciadamente la grada solo se ha llenado con las promociones realizadas por la entidad, cuando la necesidad de resultados apretaba. Sin duda se ha descuidado demasiado esta faceta. Con el dinero ‘del chino’ llegaba. Hasta que dejó de llegar. A muy pocos kilómetros de aquí, y en una localidad con unas circunstancias y condiciones muy parecidas a las nuestras (obvio decir el nombre por vergüenza torera) los aficionados se vuelcan con su equipo independientemente de la categoría. Será nuestra idiosincrasia, dicen. Un argumento que se invalida por su absurda simpleza. Y es que claro, es más fácil escurrir el bulto que dirimir responsabilidades.
Lo cierto es que tras el gol del camerunés muchos presagiaban lo que ocurriría en esta nueva aventura en el fútbol profesional, seguramente con la imagen todavía en la retina del extinto Jumilla CF. Ocho años más tarde vuelve a repetirse la historia. Ha costado convencernos, pero son ya pocos los que se resisten a aceptar la cruda realidad. Jumilla no merece estar en la Segunda B.