Hace más de dos décadas, un día de Jueves Santo entró a fomar parte de una gran familia con la que ha convivido feliz, en armonía y con mucha paz
Otra gran mujer, Antonia Santos Maya, decía adiós el pasado martes 14 de abril, a una etapa de su vida dedicada al servicio a los demás, a cuidar de los ancianos del Asilo de Jumilla, la residencia Santa Teresa de Jesús Jornet.
Entró a trabajar en esta institución hace veinticinco años y entonces coincidió con el día de Jueves Santo, así que el martes, en la despedida que sus compañeras le organizaron, señalaba que por muy poco no coincidía su salida también en Jueves Santo.
Antonia Santos, en estos años de dedicación a los ancianos, la mayor parte del tiempo la ha pasado en el departamentos de las mujeres válidas, así lo llaman en el Asilo, mujeres ancianas pero que pueden todavía valerse por sí mismas, pero a las que Antonia no les quitaba ojo y estaba pendiente de que nada les faltara y nada les sucediera.
BUENA COMPAÑERA
Sus compañeros en el Asilo, la definen como una buena compañera, dicharachera, extrovertida, alegre, la primera que te hace reír con cualquier cosa y a la que todo le viene bien, y por supuesto siempre dispuesta a prestar su ayuda a los demás. Muy cariñosa con todos y además con una capacidad asombrosa para adaptarse a situaciones complejas o complicadas, incluso tristes y dolorosas.
Para Antonia, el Asilo ha sido como una gran familia para ella, de hecho, le pilla tan cerca de casa, que le va a ser muy difícil, por no decir casi imposible, desligarse por completo de esta gran institución.
Después de tantos años, Antonia asegura que al día siguiente de jubilarse, volvió a ir al Asilo, y al entrar no pudo evitar emocionarse y que alguna lágrima se le escapase, como si el estómago le diese una vileta y no pudiese controlar la tristeza de ese momento.
Ahora Antonia se dedicará un poco más a ella, y a sus nietos, además de a sus hijos.
AGRADECIMIENTOS
En su despedida no faltaron las risas y algún que otro “llantico”. La vistieron de Manola, como si de Jueves Santo se tratara, y quedó guapísima, tanto, que no se quitó la indumentaria en todo el día, y con ella misma se fue a misa por la tarde.
No le faltaron detalles por parte de los abuelos, de las hermanas del Asilo, y hasta una canción a la que adaptaron una emotiva letra, que le cantaron al final y que puso el toque divertido y a la vez emotivo, porque era el último día que Antonia Santos Maya estaba entre esa gran familia de amigos que son todos los que forman parte de esta gran institución como es la del Asilo.