La celebración de los días mundiales solo sirven para dejar al descubierto la falsedad innata de los seres humanos, que somos capaces de acudir con toda la familia a las actividades que se organizan, por ejemplo, con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente que se ha celebrado esta semana, y al mismo tiempo, durante el resto del año, tiramos los papeles al suelo, sacamos la basura sin reciclar ni separar a la hora que nos sale de los mismísimos, no respetamos las plantas en montes o jardines y demostramos a diario, nuestra baja concienciación de que cuidando nuestro alrededor, nos cuidamos a nosotros mismos.

El hombre es, en la misma medida, obra y artífice del medio que lo rodea, el cual le da el sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse en todos los sentidos: intelectual, moral, social y espiritualmente. Sin embargo, el hombre es también, y a la vez, el mayor agente erosivo del medio ambiente, su principal amenaza, su virus más dañino,… no hay troyano que lo supere.

Este año, el Día Mundial del Medio Ambiente que se celebró el pasado lunes, ha tenido lugar en un momento en el que el mundo aún está convulso por la dramática decisión de Donald Trump de retirar a EE.UU. del acuerdo de París para frenar el cambio climático, en el que las instituciones de todo el planeta se unen y estrechan lazos contra los escasos, aislados, denostados y mundialmente rebatidos negacionistas.

Hay una cosa que está muy clara, y es que nuestro alimento y nuestro futuro dependen de la buena salud del planeta Tierra y al mismo tiempo, la salud de nuestro entorno depende recíprocamente de nosotros, de nuestro compromiso y sobre todo de nuestra concienciación. Porque no hablamos de una broma, sino de algo que va muy en serio y que de seguir así, haremos cierto el dicho de “entre todos la tenían y ella solo se murió”.