“El bosque posee una capacidad natural, pero se podría favorecer con la creación de fajinas de troncos y con la retirada parcial de la madera muerta”
ANTONIO TORAL/L. T.
Todos somos un poco más pobres desde que el pasado sábado 27 de agosto se declarara en la Sierra Larga el último gran incendio forestal que nos ha tocado sufrir este año en Jumilla, y que se suma al acaecido tan solo dos semanas antes en el paraje de La Patoja, a caballo entre los términos de Jumilla y Hellín y de las regiones de Murcia y Albacete.
El incendio
El incendio de la Sierra Larga se ha convertido en el peor en lo que va de año en la Región de Murcia. Un fuego devastador iniciado por la caída de un rayo durante una tormenta eléctrica la noche anterior, y que permaneció latente durante la madrugada y primeras horas del día hasta que, ya en las horas centrales de aquel fatídico sábado, finalmente se acabó manifestando. Cuesta trabajo entender que algo así pueda suceder, que sea la propia naturaleza, y de una forma tan caprichosa, la que pueda iniciar tal devastación, pero el pino sobre el que cayó aquel rayo fue rápidamente identificado y no hay dudas sobre las causas del inicio de este aciago desastre ecológico.
El avance
A partir de ahí, el incendio avanzaba lentamente en sus primeros momentos, pues apenas era empujado por unos vientos dominantes que en aquellos prolegómenos del desastre no eran demasiado acusados ni intensos. Pero el contexto de cambio climático y de calentamiento global que estamos padeciendo y que estamos viviendo con una intensidad inusitada, y nunca antes vista ni conocida hasta este momento, contribuía de manera decisiva a cambiar el rumbo de un incendio que, como muchos otros —que en otros años y temporadas ni siquiera trascienden a la opinión pública, pues quedan en conato al poder controlarse y extinguirse en sus primeros momentos— se acababa convirtiendo en un incendio forestal de grandes dimensiones que sobrepasaba la capacidad de los medios que, con toda la celeridad y contundencia posible, se personaban en los primeros instantes en el lugar del siniestro.
“Infierno imparable”
El estado general de desecación de las especies vegetales, las elevadas temperaturas reinantes y las fuertes corrientes de convección que generaba el propio incendio —más fuertes según este seguía creciendo— eran el caldo de cultivo perfecto para que aquel fuego incipiente se acabara convirtiendo en pocas horas en un infierno imparable de destrucción y también de desasosiego. Pero, aun así, la propia naturaleza, cuando más apocalíptico era aquel devastador escenario, y que amenazaba seriamente con propagarse a las contiguas sierras de Santa Ana y de Sopalmo y al cercano paraje del Hornillo, quiso brindar una ventana de oportunidad a los numerosos medios que trabajaban con toda la intensidad y contundencia posible en el lugar de los hechos, y un brusco e inesperado cambio en la dirección del viento —que de dirección suroeste rolaba a dirección noreste— permitía un ataque directo y simultáneo de los medios terrestres y aéreos al frente más activo y peligroso del incendio, lo cual permitía frenar el desastre —o un mayor desastre—, y a las 17:45 de aquel fatídico sábado de agosto los medios en el lugar ya teníamos la certeza de que se iba conseguir estabilizar el incendio y con ello evitar el peor de los escenarios.
Aún quedaban muchas horas de lucha contra el fuego y de estabilización del perímetro del incendio por delante, el cual seguiría activo y con pequeños rebrotes hasta que en la jornada del jueves 1 de septiembre se daba por extinguido.
Las pérdidas
410 hectáreas de bosque mediterráneo, compuesto por un esplendoroso y maduro manto de pino carrasco y su correspondiente sotobosque, formado a su vez por esparto, carrasca, lentisco, espino, romero y tomillo principalmente, sumándose a todo ello las comunidades específicas que poblaban la base de las características paredes verticales de la Sierra Larga. Y, dentro la fauna, se han visto afectadas rapaces diversas, como una pareja de águilas reales, y otras especies como zorros, cabras montesas, conejos, liebres, tejones, etc.
Todo esto trae consigo una serie de consecuencias, como el grave peligro de erosión del terreno, la evidente pérdida de biodiversidad y la merma de masa forestal, la cual se hace hoy en día más necesaria que nunca, como barrera captadora de CO2 en el contexto actual de sequías perniciosas y temperaturas extremas. Sumando a ello también la pérdida de patrimonio paisajístico y medioambiental y las consecuencias que esto supone para la sociedad en su conjunto.
Actuaciones
Las actuaciones a llevar a cabo, están condicionadas a la capacidad natural que el propio bosque posee para regenerarse. Ello se puede favorecer, principalmente, con la creación de fajinas de troncos en los lugares más susceptibles de erosión y la retirada parcial de madera muerta.
Estas dos acciones serían las más importantes y se deberían llevar a cabo lo antes posible, porque en el momento en que la zona comience a regenerarse de manera natural cualquier actuación con maquinaria pesada ya dañaría u obstaculizaría dicha regeneración.
Regeneración que llevará a la naturaleza nada menos que 100 años hasta que el bosque devastado alcance su esplendoroso estado anterior, si bien, y como aspecto positivo a tener en cuenta, en solo un año ese negro que tiñe las zonas afectadas, y dependiendo también de las precipitaciones, debería comenzar a teñirse de un tenue color verde que —con el transcurso del tiempo— debe ir ganando intensidad.
El ciclo de la vida siempre se acaba imponiendo, y es con lo que hay que quedarse. El ser humano parece estar por encima de todo, pero no somos más que una minúscula y a la vez trascendente pieza en el vidrioso puzle de nuestro frágil mundo, el único conocido que nos permite la vida y que nos provee de oxígeno. Vivimos tiempos convulsos e inciertos, pero hemos de recapacitar, la encrucijada es permanente y abarca muchos frentes, y el ser humano debe convencerse de que ha de formar parte de la solución y nunca más del problema.
La vida será en equilibrio permanente con lo que nos rodea. O no será. Sencillamente.
