Animales somos todos, y desde el primero hasta el último tenemos nuestras necesidades. Respiramos, sentimos, bebemos, comemos y sí, también cagamos. Y se caga igual un caballo que una burra. Vale, la burra caga menos, pero caga. Pudieron comprobarlo todos los que se acercaron a presenciar la procesión de Domingo de Palmas en los distintos puntos de su recorrido.
Seguro que si allí estaba algún miembro de la Asociación de Caballistas Romeros del Cristo, se preguntaría el por qué de esta disparidad de criterio entre unos y otros. Son más de una las multas que los miembros de esta asociación han recibido por las heces de sus animales en la vía pública. Tanto es así que últimamente se ven operarios recoge cacas en todos los eventos en los que participan, como en las fiestas de Moros y Cristianos o la Romería.
El acto del pasado domingo estaba organizado por la Junta Central de Hermandades. No sé si es a ellos a quien corresponde solicitar la limpieza de los excrementos, o a la Concejalía de Servicios proceder a enviar el personal pertinente. En cualquier caso la descoordinación es evidente. También hay que entender a la burra. La pobre llegó a la iglesia de San Juan a la carrera, con el tiempo justo y sin poder haber pasado por el excusado a hacer sus cosas, ni haber podido engalanarse debidamente para la ocasión. Y es que ni ella ni su dueño habían sido invitados al evento. Claro, si se les olvida convocar a la burra, ¿cómo van a tener en cuenta las consecuencias de su paso por las calles de Jumilla?
La improvisación no tiene cabida en una fiesta que pretende ser de Interés Turístico Internacional.