Editorial

Con la llegada del verano y la subida de las temperaturas, también aumentan los riesgos para la salud. Las olas de calor no son solo una molestia, ni mucho menos un juego. Pueden provocar desde golpes de calor hasta insolaciones graves e incluso la muerte, especialmente en los grupos más vulnerables como los niños, personas mayores y quienes padecen enfermedades crónicas. El calor extremo no es un simple inconveniente estacional, sino un riesgo real que debe tomarse muy en serio.
El cuerpo humano necesita mantener una temperatura estable, normalmente alrededor de los 37°C. Cuando el ambiente es demasiado caluroso y húmedo, el cuerpo presenta dificultades para disipar el calor, lo que puede desencadenar una serie de efectos peligrosos, como un golpe de calor, que se produce cuando se pierde la capacidad de regular la temperatura.

Se pueden alcanzar más de 40°C en pocos minutos y provocar confusión, pérdida de conciencia, convulsiones e incluso la muerte si no se trata rápidamente. Igualmente, es común sufrir insolaciones, que llegan tras la exposición prolongada al sol directo, y aunque suele ser menos grave que el golpe de calor, puede causar mareos, náuseas, dolor de cabeza y deshidratación severa, con la pérdida excesiva de líquidos a través del sudor, llevando esto a un desequilibrio de electrolitos, lo cual afecta el funcionamiento normal del cuerpo.
Ante signos de golpe de calor como piel caliente y seca, confusión, vómitos, pérdida de conciencia o convulsiones, llame inmediatamente al 112 y traslade a la persona a un lugar fresco, aplicando paños húmedos o ventilación para bajar su temperatura.