¿Quién no ha acompañado alguna vez la degustación de un buen vino con su disco favorito? O simplemente, ¿quién no recuerda esos momentos especiales acompañados de alguna que otra copita de vino?
Todo esto se corresponde con la teoría que establece que la música estimula áreas específicas del cerebro. Además, a las personas nos encanta asociar melodías con momentos y fusionarlos con otras percepciones. Entonces, ¿por qué no hacerlo con el vino?
Hay muchos expertos, sobre todo psicólogos y musicólogos, que afirman que: “El vino, como la música, tiene una línea horizontal, melódica, que se corresponde con sus aromas, y una línea vertical, armónica, que se manifiesta en la experiencia pasional”. Y no solo eso, la música es capaz de expresarnos su melodía a través del gusto.


Por lo tanto, las sinergias existentes entre cultura, música y vino están más que demostradas y se ponen de manifiesto siempre que se unen estos elementos.
La pasada semana se entregó el premio Gil Soundtrack Award al compositor de la BSO de “Somos tierra” en una velada donde lejos de convertirse en un acto simplemente promocional, publicitario o de mero marketing, sirvió para poner a Jumilla en lo más alto, para respirar jumillanía por los cuatro costados en la capital de España, y sobre todo, para reivindicar, que en los momentos actuales, no siempre la mejor opción es dejar de hacer y suspender, sino devolver a la sociedad si quieres recibir tu parte.
Enhorabuena a la familia Gil, porque sin pasión no es posible el éxito, por mucha profesionalidad y talento que se tenga. Pero cuando se amalgama pasión, talento, profesionalidad, cultura, música y vino, pues surge la magia y suena la mejor melodía.