El deporte mejora la función mental, la autonomía, la memoria, la rapidez, e incluso la imagen corporal y la sensación de bienestar, se produce una estabilidad en la personalidad caracterizada por el optimismo, la euforia y la flexibilidad mental. De esta manera, leyendo todos estos beneficios que aporta el deporte y que están amparados en decenas de estudios y trabajos científicos que así lo demuestran, podemos decir que no hay nada malo. Pero sin embargo, y por desgracia, hay ocasiones en las que nos encontramos con situaciones en las que el deporte se convierte en la mayor de las sinrazones, donde la generación de violencia no corresponde para nada con las definiciones que de la práctica de la actividad deportiva, hacen los diccionarios y enciclopedias y máxime, cuando una misma persona, es capaz de levantar pasiones a la hora de defender unos colores concretos y una camiseta, y al mismo tiempo, pisa y escupe sobre esos mismos colores y camiseta que un día defendió animado y amparado por una afición que le dio todo el calor.

Lo que se vivió el pasado fin de semana en el Pabellón Carlos García con la actitud de un jugador al que se le fue la cordura y la lógica durante unos minutos, es del todo reprochable, porque una cosa es celebrar un gol, sentirse contento por dar la victoria a tu equipo, al que te debes, y otra muy diferente es derrumbar en tan solo unos segundos lo conseguido en el equipo al que ahora precisamente desprecias.

Nunca se debe utilizar algo tan fantástico como el deporte, como la excusa perfecta para generar violencia. De hecho, no hace mucho saltaba a la palestra una fatal noticia donde dos aficiones se citaban de forma previa a un partido no para convivir, o para fotografiarse juntos, o para celebrar, sino para pegarse, sí, para hincharse a palos.

En fin que el deporte debe de seguir siendo solo buenos valores, y la mejor afición de España, continuar demostrando porqué se ha ganado este título en dos ocasiones en la Liga Nacional.