Pascual David Muñoz Álamo
Los móviles o celulares o smartphones son ventanas a un mundo digital donde las interacciones sociales se miden o calibran con likes y un abrazo o la presencia física pierde su posición preferente.
Lo llevas en un bolsillo y siempre en tu soledad, en tu aburrimiento o en un momento inapropiado recurres a él. ¿Te has preguntado cuantas veces al día desbloqueas la pantalla para adentrarte en su mundo, en esas acciones de ver películas, series, mirar en tus cuentas bancarias, controlar tus redes sociales, hablar con desconocidos, mirar una historia que nada te aporta o conocer la última noticia de aquello que no puedes soportar?
Te consideras poeta o escritor, porque recurres a mensajes unas veces ya escritos por otros y otras veces resumes tanto el texto que difícilmente es entendible, al menos, un emoji te aporta frescura y otorga color.
Leemos correos con la velocidad de la luz, apenas los desmenuzamos y el corrector hace su trabajo, las cartas a bolígrafo se encuentran en huelga, la tinta protesta y el papel se ahoga.
En los centros educativos se plantea una disyuntiva, accedemos a ellos como aliados o entramos en una guerra con la prohibición. La respuesta plantea diferentes opciones y todas ellas son viables. Desde la prohibición total de su utilización, a un uso restringido o directos a ser guardados en una caja durante el tiempo escolar.
Esas normas son de aplicación únicamente para los alumnos o también los docentes deberían cundir en el ejemplo, la tentación de sumergirse en ingresar en sus redes sociales, chatear en horario curricular o navegar por internet se hace de manera inconsciente en presencia de conscientes. Como decía Albert Einstein, “educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única”.
Un profesor atiende su móvil o manda un mensaje cuando está dando clase, lo consideras intrascendente o te parece que la imitación que produce en sus alumnos no favorece el discurso.
Sea como sea, cada centro educativo tiene la potestad de prohibir el uso de móviles en su interior, recogiéndolo en su normativa.
Los padres debemos velar por nuestros hijos, si hacerlo significa no ser inmediato como la sociedad marca en la entrega de su primer móvil, enhorabuena. Cada familia e hijo es diferente, es un mundo. Retrasar lo máximo facilita, explicar el porqué y dar ejemplo. Si deseas conocer su ubicación, un teléfono de teclas te lleva hasta él.