Editorial

Ayer fue Miércoles de Ceniza, por lo que, además de la imposición y el recuerdo de que “polvo eres y en polvo te convertirás”, también se dio el pistoletazo de salida oficial para la celebración del mayor acontecimiento de cuántos tienen lugar en Jumilla, su Semana Santa. Faltan, por tanto, poco menos de 40 días y ya hay quien está cansado, agotado, y casi deseando que pase, en lugar de todo lo contario y mostrarse con el deseo y la ilusión de vivir una semana intensa que la hemos alargado hasta llenar un trimestre.
Hace unas semanas, hablaba en este mismo espacio, de lo negativo que resulta organizar actos largos y tediosos, convencidos de que cuanto más dure, mejor, algo que para nada es así. En este caso, lo que me gustaría poner de manifiesto, es la gran cantidad de actos que hay, donde lo que se celebra por primera vez, llega para quedarse, y con el paso de los años, hay más actos que días, y algunos días, más actos que horas.


Con esto no estoy diciendo que no se hagan cosas, sino que se coordinen, que se busquen fechas y horarios idóneos, ya que la proliferación de actividades previas que se solapan y coinciden, afectan de forma directamente proporcional a la participación de los asistentes, ya que la intención es loable, que no es otra que la de enriquecer la programación y darle mayor relevancia a la Semana Santa, pero el problema surge cuando nadie coordina y pasan cosas como las de este sábado, con la presentación del libro y material gráfico, y un poco antes, el encuentro de bandas de cornetas y tambores. Igualmente, el domingo 16 de marzo hay hasta tres actos en la misma mañana (y que quede ahí la cosa), obligando a tener que elegir.
En el caso de los medios de comunicación, qué les voy a contar, pues que también tendremos que elegir, y cuando lleguen las ‘madresmías’ pues nadie se podrá echar las manos a la cabeza, ya que entre todas la tenían, y ella sola…
La Semana Santa de Jumilla dicen que es un desorden ordenado que, aunque parezca una soberana contradicción, quizá sea un poco así. Por lo que los llamados a poner orden, lo ven como algo gracioso, pero eso sí, el día que nos digan que el interés turístico se ha esfumado, veremos a ver cómo las baila Miguel. Mientras tanto, la casa sin barrer, por lo que menos multas y más organizar el desorden.