En clave de sol by Gustavo López

Un año más, Jumilla se suma a la Semana Europea de la Movilidad. Durante unos días hablamos de sostenibilidad, de caminar más, de usar la bicicleta, de reducir emisiones y de imaginar ciudades más habitables. Todo ello suena bien, pero la pregunta de fondo sigue siendo la misma: ¿Estamos dispuestos a pasar de las palabras a los hechos?
La realidad es que Jumilla no cuenta con un servicio de autobús urbano. Eso significa que, a día de hoy, la única opción de transporte colectivo son los de largo recorrido o el taxi. Además, se cuenta con una estrategia de movilidad que debería guiar el futuro en este terreno en Jumilla. Sin duda, se trata de un documento necesario, sí, pero que solo será útil si se convierte en un plan real, con presupuesto, calendario y compromiso. Porque los estudios no mueven personas, y los papeles no reducen emisiones.
Mientras tanto, la dependencia del coche sigue marcando nuestra forma de vivir. En Jumilla, como pasa en otras miles y miles de ciudades, queremos llegar con el vehículo hasta la misma puerta, aunque el destino esté a apenas 200 metros. Y es que, igual que no concebimos la vida sin el móvil al alcance de la mano, tampoco imaginamos movernos sin coche, como si se tratara de una prolongación de nuestro propio cuerpo. Y esa adicción nos está pasando factura, con calles saturadas, contaminación creciente, problemas de aparcamiento y una pérdida constante de espacio para los peatones.


La Semana de la Movilidad debería ser algo más que talleres y actividades puntuales. Debe convertirse en el punto de inflexión para iniciar una transformación profunda, diseñando un sistema de transporte público local, donde se apueste de verdad por los itinerarios peatonales y ciclistas, ampliar zonas seguras y accesibles, y educar en la idea de que caminar o pedalear no son alternativas de segunda, sino la base de un futuro urbano saludable y sostenible.
El reto no es sencillo, porque exige un esfuerzo doble. Por un lado, de las administraciones, que deben cumplir con lo prometido y ejecutar la estrategia elaborada; y por otro lado la ciudadanía, que tiene que empezar a renunciar a esa obsesión de usar el coche hasta para ir a aseo que, aunque parezca un disparate, no lo es.
Lo que hoy parece un sacrificio, mañana será una ganancia en calidad de vida. Por eso hay que celebrar, sí pero, sobre todo, hay que demostrar y estar dispuesto a cambiar.