Cuando aparecieron los primeros se estableció un protocolo de identificación y protección de los restos fósiles y arqueológicos
Mari Carmen Cañete
Según ha publicado el medio Las Provincias, las obras de construcción de la autovía A-33 en Caudete (Albacete) han sacado a la luz un amplio yacimiento arqueológico con más de 6.000 fósiles de animales de hace siete millones de años como rinocerontes, reptiles, invertebrados, artiodáctilos, micromamíferos y “caballos hipariones”, antepasados de los caballos actuales que habitaron la Península Ibérica en el Mioceno Superior.
Los primeros huesos fosilizados y petrificados en el terreno arcilloso aparecieron en 2018 a unos seis metros de profundidad durante un movimiento de tierras para la construcción de esta autovía, tarea de la que se encarga la empresa Acciona. Con el paso del tiempo se ha confirmado la existencia de un yacimiento paleontológico extenso en el paraje conocido como ‘El Estrecho’ y se han documentado más de 6.000 fósiles.
De gran valor
Según la empresa responsable de las obras de esta autovía, cuando aparecieron los primeros fósiles se estableció un protocolo de identificación y protección de los restos fósiles y arqueológicos con instrucciones de paralizar los trabajos “ante cualquier sospecha o evidencia”. Al mismo tiempo, un equipo de paleontólogos de la Fundación Cidaris se dedicó a excavar en la zona donde habían aparecido los primeros restos. El resultado ha sido la catalogación y recuperación de más de 6.000 fósiles y el descubrimiento de “un yacimiento de gran valor tanto por su extensión como por la información científica que aporta”, subraya Acciona.
De los fósiles hallados destacan los del ‘Hipparion’, un pequeño herbívoro, ancestro del caballo actual, pues medía solo cerca de metro y medio de altura. Pesaba unos cien kilos y poseía un robusto cuerpo y cortas patas que le permitían correr largas distancias, por lo que se le considera un animal de resistencia. Sus ojos eran más separados que los del caballo que hoy conocemos, lo que era útil para contar con un amplio campo de visión y detectar rápidamente a sus depredadores.
Además, tenían tres dedos en cada pata siendo los dos de los extremos más pequeños, característica que servía para moverse ágilmente por terrenos húmedos sin hundirse. Su nombre procede del griego ‘ippárion’, lo que podría traducirse como ‘caballo pequeño’. Restos fósiles de este antiguo caballo se han encontrado en Europa, África, Asia y Norteamérica, lo que demuestra que era una especie muy abundante. Sin embargo, su extinción llegó hace unos 2,5 millones de años en Europa y algo más tarde en Asia.
En cuanto al motivo, existen varias hipótesis: la aparición de otros équidos más adaptados y otros mamíferos como los mamuts que les arrebataron la comida; el elevado número de hienas de las cavernas, que eran sus principales depredadores o las glaciaciones de finales del Pleistoceno.