En clave de sol by Gustavo López

He de reconocer que nunca antes había oído hablar de los rayos latentes. De hecho, el primero que me dijo algo, fue Juanjo Martínez, el ‘Hombre del Tiempo’ que nos desplazamos juntos hasta el incendio de La Patoja que se produjo en la noche del 13 de agosto. Cuando íbamos en el coche, me explicó de lo que se trataba, y lo cierto es que me lo estaba diciendo y me parecía increíble.
Porque un rayo latente, o también llamado rayo durmiente, es un rayo que ha caído en un árbol en plena tormenta y que hasta pasadas unas horas o incluso unos días, el árbol no lo manifiesta. De esta forma, primero se consume el interior del árbol al coger tanto ramas como tronco y raíces, una elevada temperatura de forma súbita, y después sale al exterior y da la cara. Por eso, se hace muy difícil detectarlo antes, ni siquiera con las cámaras o detectores térmicos de los que disponen los medios de vigilancia forestal.


Leída la definición y entendido su contenido, he de decir que sigue pareciendo increíble, y aunque esto no fue lo que finalmente pasó en el primer incendio de este verano en Jumilla, sí que fue lo que provocó el de Sierra Larga del pasado sábado.
Los rayos y las fatalidades se han cebado con Jumilla este verano, que en tan solo 15 días ha sufrido los dos incendios más importantes este año en la Región de Murcia.
Y una vez que han pasado, lo primero que hay que hacer es agradecer y aplaudir el trabajo de los efectivos y la coordinación de las administraciones, cuya reacción en ambos casos estuvo presente desde el primer minuto. Pero hay que plantearse lo sucedido y asumir con decisión que los incendios se combaten en invierno. Los montes hay que limpiarlos y cuidarlos a lo largo de todo el año y los planes contra incendios no se pueden presupuestar solo del 15 de agosto al 15 de septiembre. Ese es un gran error que este año se ha demostrado con claridad.
Estamos ante un territorio más caliente, más seco, más inflamable y más abandonado, que, por lo tanto, sufre incendios más frecuentes y devastadores. Por ello, es urgente que se invierta en nuestros montes y en las actividades rurales. Porque si no se gestionan por parte de las autoridades competentes, lo gestionarán las llamas de forma dramática y lo que perdemos es incalculable. Y más en un país donde tres cuartas partes de su territorio están en riesgo de desertificación.
Gracias a todos por vuestro trabajo pero hay que sacar conclusiones y no tropezar de nuevo en la misma piedra.