Cada año es lo mismo, siempre se repite la misma historia y aunque hayan pasado años y años, parece que nadie es capaz de poner solución a un problema que va llenando el vaso y que es de suponer que llegará el momento en el que se colmará, siendo en ese momento tarde para reaccionar y como siempre, se dejará pasar un tren que es santo y seña de una ciudad, identidad internacional que acompaña al nombre de Jumilla y que como suele pasar, entre todos la mataron y ella solo se murió.

Es necesario ya de una vez por todas, poner el cascabel al gato y hablar claro, llamando al pan, pan, y al vino, vino. Porque lo del precio de la uva, ni es un problema de todos los agricultores, ni tampoco es de todos los bodegueros, ya que es conocido por todos, que hay una gran cantidad de casos, cada vez más, donde la uva se paga por calidad y donde se tiene claro que si el vino que obtiene de esas uvas será un vino caro y reconocido, la uva de la que salió ha de ser valorada en su justa medida, porque de lo contrario, estaríamos matando a la gallina de los huevos de oro.

Cuando los problemas tienen nombres y apellidos, si de verdad se quieren atajar como se requiere, hay que entrar a la base y empezar por los cimientos, no por el tejado, ni a salto de mata, ni haciendo las cosas a última hora. En este sentido, este es uno de esos casos, donde todo el mundo sabe dónde está la papeleta pero que mientras que se esté mareando la perdiz, se estará perdiendo el tiempo.

Lo que está muy claro es que no es justo lo que está pasando donde hay viticultores que cobran por un kilo de uva 21 céntimos. En eso creo que coincidimos todos, incluso hasta los propios bodegueros, por lo que con la razón se va a cualquier sitio, sin miedo y sin cortapisas, con la cabeza alta y la seguridad que te da el saber que lo que defiendes es justo y llevas razón, y en este caso, la razón y la justicia está del lado de los agricultores afectados.