El pasado año 2013, el fotógrafo jumillano y su familia donaron al Ayuntamiento todos los negativos que tenía. Ahora, el consistorio ha contratado los trabajos de restauración de parte de ese archivo que se encuentran en el Museo Etnográfico
Mari Carmen Cañete
Fue su pasión y a ella dedicó toda la vida: La fotografía, una forma artesanal de capturar en imágenes la historia de Jumilla. Fue y es un artista, porque no solo se limitaba a hacer fotografías de estudio, sino que le fascinaba salir a la calle con su cámara y buscar momentos, escenas, eventos, paisajes, rincones, oficios, celebraciones… todo aquello que aunque según su esposa “no era vendible” transmitía sensaciones. Es José Antonio Tomás, un jumillano que ahora vería cumplido un sueño, que parte de su gran legado, lo que él consideraba “la memoria etnográfica de nuestra tierra” pueda ser disfrutado por los jumillanos y visitantes.
DIGITALIZACIÓN
El año 2013, José Antonio Tomás y su familia donaron al Ayuntamiento todos sus negativos, cerca de 10.000, y ahora el consistorio ha contratado los trabajos de restauración de parte de ese archivo fotográfico que actualmente se encuentran en la sección de Etnografía del Museo Jerónimo Molina. De esta forma, se va a actuar en algo más de 400 carretes fotográficos, realizándose la limpieza de cada uno de ellos así como el alisado, la división y adaptación de los negativos a un sistema de almacenaje adecuado para su conservación. Igualmente, se procederá a la digitalización de cada una de las fotografías, que supondrán unas 14.000 instantáneas que recorren la historia del municipio de mediados del pasado siglo XX.
UNA FELICIDAD PARA LA FAMILIA
“Es una felicidad para la familia y entiendo que para nuestra ciudad”, así de contenta se ha mostrado con la noticia una de las hijas del fotógrafo, la también artista pero de la escritura, Ana María Tomás. Asegura que “es una historia antropológica las que guarda esos negativos, que de no digitalizarse sería una pérdida irreparable”.
“El archivo de mi padre, continúa relatando, son los últimos 50 años del siglo pasado, una joya, una historia que hemos tenido la suerte de vivir, con el cambio brutal que ha experimentado el mundo, hace menos de 50 años se labraba a mano, hay oficios que se han perdido, el recogido, la pesada, la seca y el trabajo del esparto, artesanías que ya no existen, alpargateros, bordadoras a mano, oficialas de modistas, cupleteras que venían al teatro, caravanas con titiriteros y todo eso está en ese archivo”.
Ana María Tomás recuerda que su padre comenzó con dos grandes hombres: Luis Canicio y Marimar, aunque cada uno tomó un camino diferente. Mientras que Canicio se especializó más en la foto de estudio, Marimar y José Antonio hacían mucha fotografía de calle: Bodas, bautizos, comuniones, palmas… “Mi padre, afirma Ana María, era un artista de la cámara, además de las fotos de boda, de carné, incluso de niños muertos para que la familia tuviera un recuerdo, cogía la retinette y una bicicleta y se iba a los campos a hacer fotografías invendibles, lo que suponía un disgusto continúo para mi madre, fotografaaba una cepa cargada de uva, picadoras de esparto, hombres segando, vendimiando, calles que se convertían en barro cuando llovía, cuando pasaban los ganados delante de casa… veía más de lo que se veía en el objetivo, retrataba la memoria etnográfica de nuestro pueblo, la poesía del amanecer, la mirada de una pareja de novios recién casados, una madre que despedía a su hijo que se iba a la mili… cosas grandes y cercanas que podemos conocer y disfrutar gracias a él”.
El resto del reportaje pueden disfrutarlo en la edición impresa de Siete Días Jumilla