Editorial
Llegamos al ecuador de nuestras fiestas patronales de agosto en honor a la Virgen de la Asunción, y Jumilla vuelve a vestirse de luz, música y alegría. Estos días, nuestras calles rebosan del bullicio de vecinos y visitantes que se mezclan en un mismo espacio, muchos de ellos retomando sus raíces, animados por nuestras tradiciones y alejándose del ruido de la polémica.
La mitad del camino no significa un descanso, sino una invitación a saborear lo que aún nos queda por vivir: la Cabalgata Tradicional, el día grande de la Patrona, la explosión del vino del sábado y el final de fiestas, así como varios conciertos. Cada rincón de Jumilla se convierte en un escenario donde historia, fe y cultura se dan la mano.

En este punto, también es momento de reconocer el esfuerzo de quienes hacen posible estas celebraciones, personas que quizá sean la cara menos visible pero imprescindible de la fiesta.
El ecuador es, además, tiempo para mirar alrededor y apreciar lo que tenemos. En un mundo que avanza rápido, las fiestas nos enseñan el valor de detenernos para celebrar juntos lo que somos. La Virgen de la Asunción, faro de nuestras celebraciones, nos recuerda que Jumilla crece y se transforma, pero sin olvidar sus raíces.
Que estos días que restan sirvan para reforzar la convivencia, para abrir nuestras puertas a quienes nos visitan y para que cada rincón de la ciudad siga respirando ese espíritu que solo en agosto se vive aquí. Porque las fiestas no son solo tradición. Son la expresión viva de lo que nos une, algo que se celebra con alegría, orgullo y corazón.