Editorial

Después de dos años en dique seco para la Semana Santa, a lo que habría que sumar una tercera en la que hubo más procesiones suspendidas por la lluvia que realizadas, pues se hace más que necesario el tener que trabajar para mantener el espíritu semanasantero vivo, porque de lo contrario, se corre el peligro de llegar al próximo año 2022, en el que si Dios quiere sí que se pueda celebrar por fin esta fiesta, y nos encontremos con serios problemas de desmotivación en las cofradías y en sus hermanos.
No sé lo que pasa en otras ciudades, pero en la nuestra existe más mentalidad de ser cofrade que de ser hermano, es decir, que se paga por salir, y no por mantener el colectivo y ayudar a hacerlo grande. Por ello, este obligado parón, debe de ir acompañado también de un cambio de mentalidad necesario para estar preparado de cara a la próxima Semana Santa de la nueva normalidad.


Tanto la Junta Central como la Asociación de Tambores han presentado sus carteles para anunciar que sus ediciones de 2021 van a ser diferentes, pero por eso mismo han de pasar a la historia y tienen que ser recordadas como tal. No hay que borrarlas del mapa, sino todo lo contrario.
Además, las cofradías y hermandades de la localidad también han presentado su libro pero no basta con eso, hay que ir más allá, seguir estando presentes con una apuesta decidida y sobre todo convencidos de ello, como así han planteado desde la Asociación de Tambores con un plan claro de promoción y difusión como corresponde en años como este.
No se puede hacer lo mismo de siempre, también hay que reinventarse y no quedarse carca para mantener el espíritu.