En Jumilla se han dado algunos casos, pero por fortuna, son aislados. Se ha identificado a los intervinientes

M.C.Cañete

Un amigo mío me decía que toda la vida, los chavales nos hemos peleado en la calle y no pasaba nada. Pero ahora es diferente. Como vemos, por desgracia, en los medios de comunicación nacionales, están proliferando peleas de menores, sin aparente motivo, que se citan por redes sociales, acuden los protagonistas y muchos jóvenes más a presenciarlo, lo graban con sus móviles y lo suben a las redes. Esto también está ocurriendo en Jumilla, aunque aquí, se trata de casos aislados, pero el modus operandi es el mismo.
En estos sucesos, los protagonistas, tanto los que se pegan, como los que lo presencian, como los que graban, son menores de 14 años, por tanto son inimputables, pero tienen que saber que estos hechos sí tienen sus consecuencias: Se les aplica el Código Civil, es decir, responsabilidad civil para los padres del autor. Eso por no hablar de lo que posiblemente no sean ni conscientes, que son las repercusiones para la salud y para la integridad física que puede acarrear este tipo de enfrentamientos.
Los Cuerpos de Seguridad, una vez que tienen conocimiento de los hechos y al disponer de las imágenes, cuentan con medios y unidades especializadas para localizar y llegar a los menores que se pelean, a los que lo presencian y no actúan para disuadirlo, y a los que lo publican y difunden en las redes.

Delitos tipificados

Según ha consultado esta redacción con fuentes jurídicas, en estos casos existen consecuencias que están tipificadas. De esta forma, según la participación en el hecho, por ejemplo, las personas que se pelean pueden ser acusados de delitos de lesiones leves, que pueden ser denunciables por parte de los progenitores. En el caso de quien sube y distribuye este tipo de secuencias a las redes sociales, están cometiendo delitos contra la intimidad, el derecho a la propia imagen o incluso revelación de secretos, ya que en el caso de menores, está prohibido el uso de esas imágenes.
Incluso, a las personas que observan la situación, ante su pasividad en un hecho tan grave, pueden ser acusados de un delito de omisión del deber de socorro. Y aun sin existir denuncias formales, se podría dar traslado a la Fiscalía de Menores y que ésta actúe en consecuencia, estableciendo medidas como un seguimiento y observación de conductas del menor por parte de Servicios Sociales y un seguimiento y control de habilidades de crianza en el seno familiar. También existen sanciones administrativas, con multas que pueden oscilar entre los 600 y 6.000 euros, por alteración de orden público, regulada en la Ordenanza de Seguridad Ciudadana y de las que son responsables los padres.
En el caso de Jumilla, los Cuerpos de Seguridad han identificado a las partes intervinientes y se están procediendo de forma preventiva de informativa. Así, se han establecido reuniones con los responsables de los centros educativos para advertir a los menores de las repercusiones que tienen este tipo de actos, a nivel administrativo, con sanciones económicas de las cuales son responsables los padres y de los delitos que se cometen. Igualmente, los centros han emitido una misiva dirigida a los padres para que conciencien a sus hijos de que estas conductas no se deben producir.

Análisis de una psicóloga

Para entender este problema hay que partir de la base. La psicóloga Feliciana González Martínez (Licenciada en Psicología, Nº col MU 01169) recuerda que “en los últimos años hemos visto como el consumo de violencia audiovisual en niños y adolescentes ha subido drásticamente, entre películas, series y videojuegos, aumentando así el umbral de tolerancia a la violencia. Muchos menores han interiorizado la agresión y violencia como forma de vida y de expresión, normalizando comportamientos por imitación y confundiendo la ficción de unos personajes con la realidad”. González Martínez también destaca que “los niños que observan un modelo agresivo tienden a comportarse de forma más violenta que los que no han tenido ese modelo. Además, se debe tomar en cuenta que, en general, en situaciones de competición entre iguales, los comportamientos agresivos tenderían a aumentar, independientemente de si se ha ganado o perdido. La activación provocada por la competición podría ser suficiente para proporcionar energía a la conducta agresiva. En edades donde se tendría que estar desarrollando la empatía por los demás, la tolerancia y el respeto, participan en retos que se hacen virales, donde ponen su vida en peligro o la de otros. Y por supuesto hay que compartirlo, porque si no es como si no hubiese existido”. De esta forma, la psicóloga considera que “adolescentes con bajo autoconcepto de sí mismos y con problemas de control de comportamiento han visto en las redes una manera de sobresalir, conseguir seguidores y ser “respetados” (según su visión claro), consiguiendo así el tan ansiado reconocimiento social tan importante en esta edad. En muchos casos antes fueron víctimas silenciadas que hoy se han polarizado al otro extremo”.
Igualmente, la profesional subraya que “para los que miran la agresión, la necesidad de pertenencia en los adolescentes a su grupo hace que les sea difícil intervenir para disolver la pelea, bien por miedo a represalias, sufrir lesiones o bien por vergüenza al qué dirán y los que optan por grabar y difundirlo sin ser conscientes, se convierten en cómplices ya que servirá para darle mayor difusión, además de ser delito, si las imágenes son de menores”. Por ello, concluye González Martínez: “Como sociedad nos toca reflexionar de forma urgente, sobre la conveniencia de revisar la clasificación por edades de determinados contenidos para niños y adolescentes, además de fomentar comportamientos más empáticos y una mejor gestión emocional en nuestros menores desde todos los ámbitos posibles”.

Todos tenemos responsabilidad

Y para atajar estas situaciones, todos tenemos nuestra parte de responsabilidad. De esta forma, el mensaje es claro: los jóvenes tienen que saber que existen unos límites, hay unos mínimos de civismo y de convivencia que no se pueden saltar. No se puede producir estos hechos totalmente reprobables y nunca se debe llegar a eso sea cual sea el problema. Existen otros medios para resolver la situación, mediante el diálogo: A través de orientadores de centros, a través de los padres y a través de agentes tutores de Guardia Civil o Policía.
En cuanto a los padres, son los que están en casa con ellos, los que educan y deben transmitir y fomentar estos valores de diálogo y tolerancia para que los menores sepan discernir entre lo que está bien y lo que está mal y que lo interioricen. Los educadores también tienen su responsabilidad y la llevan a cabo con colaboración y un compromiso al cien por cien.
Por último, cualquier vecino que advierte un hecho de este tipo, debe que avisar a los Cuerpos de Seguridad, para que se pueda abordar y atajar la situación.