En clave de sol by Gustavo López

Llevo ya algún tiempo observando que, tanto en actos como en comparecencias o ruedas de prensa, se suele nombrar a la gente omitiendo su apellido, y esto es algo que no es nada correcto. Y es que no se trata de excederse con el protocolo. Tampoco de hacer las cosas demasiado estiradas o repelentes. Pero ni mucho menos hay que confundir cercanía y naturalidad con llamar a la gente por su nombre y al menos con su primer apellido.
Cuando alguien inicia un acto, y cede la palabra a la alcaldesa, por ejemplo, no puede decir eso de “a continuación, les dejo con Seve”. Y esto no se crean que es algo que pasa rara vez. No es así, ya que la presentan así cuando se va a inaugurar una exposición, cuando va a cerrar un acto o incluso sus propios compañeros concejales del equipo de Gobierno.


Pero al revés pasa igual, ya que también a los propios concejales se les presenta como María, Toni, Asun, Juana o Juan Agus, tócate los pies, y eso tampoco debe de ser así, ni siquiera entre ellos mismos, ya que una cosa es la amistad, el colegueo o la barra de un bar, y otra muy diferente es el tratamiento mínimo frente a un público o asistentes y medios de comunicación. A este respecto o sobre idéntico tema, tres cuartos de lo mismo pasa cuando se presenta al presidente de un colectivo, a un conferenciante o al invitado a un acto. Hay que decir su nombre, apellido y cargo. Esto es lo correcto y así se facilitaría además mucho el trabajo a los propios medios de comunicación, a los oyentes de una emisora de radio o al espectador televisivo, que en muchas ocasiones no sabemos ni de quién hablan o ante quien estamos, y ni qué decirles si el respetable es de fuera de Jumilla. Porque muchas veces, asistimos a cualquier acto, ya sea evento o convocatoria, y escuchamos por ejemplo cuál es la composición de la mesa presidencial o quienes se van a dirigir a los asistentes, y a mí personalmente se me suele quedar un poco cara de pez cuando dicen: “Juan, Pepe, Luisa y María, muchas gracias y bienvenidos”. ¿Tanto cuesta ponerles su apellido, uno al menos, el cargo que representan, y tratarlos con el respeto que corresponde?
Ya lo he dicho antes, no se trata de comportarse de forma rancia o estirada, pero hay que acostumbrarse a llamar a las cosas por su nombre y a las personas con sus apellidos. He dicho.