En clave de sol By Gustavo López

El pasado sábado se inauguró el Museo del Vino de Jumilla, y desde el Grupo de Comunicación Siete Días queremos unirnos a la alegría de todo un pueblo por este hito que ha de convertirse en referente y en eje vertebrador para el turismo y todo lo que ello conlleva, entre otras cosas, la gastronomía. Sin duda, con la inauguración de este museo se da un paso de gigante, y no por el hecho de abrir un museo más, si no porque las cosas se pueden hacer bien, mal o regular, y en este caso, estamos ante algo muy bien hecho. Y quizá no esté bien que nos lo digamos nosotros mismos, y habrá que esperar a que lo digan otros que lleguen desde fuera, pero es que invito a todo aquel que no lo haya visto a que se recree en su visita y estoy seguro de que me darán la razón. Sin duda, un orgullo para todos, que muy pronto se convertirá en epicentro de la cultura del vino de Jumilla.


Durante todo este último tiempo en el que se han dado los últimos pincelazos en la terminación del Museo del Vino, no he querido ir a verlo, por lo que no he seguido sus avances y fue el sábado, en la misma inauguración, cuando por primera vez lo veía, y por eso quedé admirado, porque no me había hecho ninguna composición de lugar previa, y me acerqué predispuesto a todo para ver cómo había quedado. Y la sorpresa fue mayúscula en positivo ya que me gustó mucho y desde el sábado no hablo de otra cosa, con orgullo e invitando a mis allegados a que vayan a verlo y que disfruten.


Pero muchas veces, nosotros mismos somos los principales detractores de nuestras cosas, y nos gusta esperar a que vengan de fuera a decirnos lo buenos que somos y lo bueno que tenemos. Pero debemos empezar a cambiar el chip y convertirnos en nuestros mejores embajadores, defendiendo lo nuestro y ‘vendiéndolo’ a amigos y familiares.
Porque este museo da igual quien lo haya hecho, si uno u otro, lo importante es quién se lo queda, que es Jumilla. Por lo tanto, nos corresponde a los jumillanos presumir y defenderlo porque simplemente es nuestro.
Jumilla se merecía un Museo del Vino y ahí lo tenemos. Ahora hay que darle vida, hacerlo crecer y sobre todo valorarlo y respetarlo, no tirarlo por tierra, sino hacerlo crecer para disfrute y admiración de extraños y propios.