Carlos D. Chico Monreal. Arquitecto. Arquitecto Técnico. Ingeniero de Edificación.
La configuración arquitectónica de los cementerios tal y como los conocemos en la actualidad proviene de la época de Carlos III, cuando se planteó su construcción a las afueras de las ciudades por motivos de salubridad. Pero no fue hasta bien entrado el s. XIX cuando se empezó a llevar realmente a la práctica, momento en el que se empezó a prohibir los enterramientos en las iglesias. Inicialmente los enterramientos se llevaban a cabo bajo el terreno, pero posteriormente por la falta de espacio y el encarecimiento del precio de suelo surgió los “nichos en colmena”, tal y como los conocemos hoy en día.
En general, en España todos tenemos una percepción emocional del rito funerario negativa, el proceso de la muerte, el lugar donde velar al difunto, la ceremonia y por último el cementerio. Todo está hecho para cumplir una mera función, pero en ningún caso, los tanatorios, crematorios y cementerios están diseñados pensando en las emociones que sienten los vivos, que son los que realmente darán uso a esos lugares.
Empezamos por los tanatorios, fríos edificios, funcionales, con estancias interiores, sin apenas iluminación natural, menos aún vegetación o agua, revestidas con piedras naturales de colores neutros, grises u oscuros. Salas de espera repletas de sillas a modo de consultas médicas, y en el mejor de los casos, una pequeña capilla, donde no sólo rezar, sino conseguir un pequeño refugio en silencio del bullicio que no son capaces de absorber los revestimientos del lugar. Luego están los cementerios, esos lugares tristes que tal y como están construidos, sobre todo en las áreas de fosas y nichos, se enfatiza el recuerdo a lo inerte, infinitas fachadas de nichos de granitos oscuros o ceniza, vegetación predominantemente de cipreses verde oscuro, y en la mayoría de los casos sin iluminación que los hace más siniestros si cabe por la noche, en definitiva, todo nos lleva a recordar aún más la muerte.
Las emociones negativas adquiridas, que se desprende de la imagen que tenemos de ellos nos llevan a relacionar directamente estos entornos con una materialidad, geometrías y simbologías muy alejadas de la vida. En otros países y culturas, la configuración de los cementerios se ha hecho partiendo de otras bases arquitectónicas, en las que estos lugares, además de generar menor rechazo emocional dan lugar a entornos que fomentan el descubrimiento, la contemplación y el recreo. El caso más representativo, estudiado en todas las escuelas de Arquitectura es el cementerio de Estocolmo (Suecia) del arquitecto Asplund y Lewerentz. Fue el resultado de ganar un concurso cuya solución consistía en potenciar la atmósfera del bosque donde el cementerio iba a situarse para conseguir crear un paisaje sensible y evocador. Las tumbas se disponen con libertad, desparramándose por el bosque natural existente. Se trata de un ejemplo claro de Naturalismo romántico pues parte de la naturaleza para provocar sentimientos en los visitantes. La solución propuesta consistía en mantener el bosque existente e ir creando una serie de recorridos mediante caminos principales y secundarios que van rodeando las tumbas con ciertos toques pintorescos.
Otro ejemplo muy representativo, en este caso relacionado con el mar, es el cementerio municipal de Finisterre, de César Portela. Con esta obra el arquitecto quería ofrecer a los muertos el descanso que se merecen en un lugar sublime en el que la arquitectura fuera capaz de fundirse positivamente con la naturaleza, igual que lo han hecho en ese mismo lugar, desde siempre, la tierra, el mar y el cielo. El cementerio cuenta con 14 cubos y otros tres en la parte de arriba que sirven como sala de autopsias, tanatorio y capilla.
El crematorio de Hofheide (Bélgica), de RCR Arquitectes, situado al noroeste de Bruselas, el edificio principal está dentro de un pantano, enmarcado dentro de un paseo perimetral que, a modo de deambulatorio, recoge el trazado de tres caminos que se extienden por el terreno. El edificio se organiza como una serie de cajas con su circulación interior propia, en el que una fina piel de acero en celosía recubre la construcción dejando una franja abierta en la base que introduce el paisaje en los rituales de despedida y acompañamiento, utilizando la naturaleza como un telón de fondo para la celebración.
El cementerio de Igualada, de Carme Pinós y Enric Miralles, fue diseñado como un lugar de reflexión y recuerdos, se trata de un nuevo tipo de cementerio donde se tuviese en consideración tanto a los que llegan para quedarse como a sus seres queridos. Fue diseñado de forma escalonada como un paisaje que se desarrolla de forma sinuosa y continua incrustado en las montañas, creando una apariencia como si existiera desde hace mucho tiempo en ese lugar. El cementerio se convierte en un lugar agradable donde pasear y recordar a los que ya no están. Los muros gaviones, el hormigón envejecido y los durmientes de madera incrustados en el pavimento evocan el paisaje duro y áspero de las colinas de su alrededor.
Por último, he aquí un claro ejemplo de empleo del color en una fachada de columbarios en el Cementerio de Molina de Segura, en el que su arquitecta, creó una bonita composición con un rico cromatismo que genera un lugar amable, atractivo y alegre en un lugar que por costumbre suele ser triste y monótono.
Todo esto nos lleva a plantearnos, como se puede actuar en futuras actuaciones y ampliaciones de los cementerios existentes. Hay elementos que están y no se pueden eliminar, pero si intervenir en ellos para cambiar la imagen y las emociones que generan en las personas. Como los muros perimetrales de cierre, pudiendo actuar sobre ellos introduciendo texturas, color, desvirtuándolos, integrarlos en el paisaje o introducirles vegetación vertical.
Introducción del color en fachadas y pavimentos. Como ya se ha dicho, en los cementerios predominan los colores neutros, grises, oscuros u ocres, propios de los materiales térreos o piedras naturales, pero por qué no utilizar colores vivos y atractivos, aprovechando las emociones que generan en las personas, alejándonos de la idea preconcebida que tenemos de los cementerios y propiciándonos una experiencia más relajada. Láminas de agua, estanques y amplias zonas ajardinadas que tienen la virtud de proyectar el paisaje en el interior, de desdibujar los límites y ampliar el espacio, zonas de descanso y reflexión, adecuada iluminación nocturna para acabar con la idea de ser lugares todavía más siniestros por la noche, nuevos diseños de enterramiento rompiendo con la rígida geometría en cuadricula ordenada por calles dejando paso a formas más orgánicas que imiten a la naturaleza, espacios naturales para el reposo de las cenizas o incluso para el enterramiento de urnas biodegradables que se convertirán en árboles, simbolizando la muerte que da lugar a una nueva vida.
En definitiva, a través de la Arquitectura se puede intervenir en los cementerios existentes para mejorar las emociones que transmiten a las personas y naturalizar el proceso de la muerte, creando espacios más abiertos que se alejen de la idea de lugares cerrados lejos de los vivos, y se vinculen más a la idea de la “vida después de la vida”, creando lugares para el descanso y la contemplación, para conectar mejor con los visitantes, y al mismo tiempo potenciar su importancia y evitar su abandono.