Editorial

Los actos vandálicos son siempre una muy mala noticia, ya que se suele atentar contra uno mismo. Es decir, si se rompe un banco, se dobla una señal de tráfico o simplemente se ensucia una calle o se tiran escombros en un solar, es como si el que lo hace se pegara un tiro en el pie. En todos los casos, el perjuicio no va dirigido a nadie en concreto y al mismo tiempo afecta a todos, perjudica a todos, y todos debemos de asumir los costes que se deriven del atentado de unos pocos.


La mañana del lunes del feria fue especialmente triste en Jumilla, ya que la imagen que preside este año la fuente del vino, esa gran jumillana como homenaje a la mujer e inspirada en el fandango de Jumilla, amanecía con los brazos arrancados, en el suelo, amputados, y poniendo de manifiesto una vez más, lo tarugo que podemos llegar a ser las personas que de forma inconsciente provocamos un daño con el riego incluso de provocar un daño físico a nosotros mismo, así como a la imagen de todo un pueblo.
Este tipo de actos no tiene justificación bajo ningún concepto, son repudiables, y la lástima en este caso concreto es que no se sabe quién o quiénes han sido sus autores.
Pero como decía el concejal de Servicios, este tipo de cosas no debe de oscurecer nuestro carácter acogedor y abierto, aunque siempre haya algún que otro impresentable que sea capaz de dejar en evidencia a toda una ciudad.