En aquel mismo día de 1908, las trabajadoras de la fábrica Cotton de Nueva York se declararon en huelga y ocuparon la factoría. El dueño decidió cerrar las puertas, incendiándose la fábrica y pereciendo las 129 mujeres que se encontraban en su interior.
E l Día Internacional de la Mujer Trabajadora se conmemora este año en plena liquidación de los derechos que millones de obreras y obreros, con nuestra lucha internacional y de clase, conquistamos. Y en plena lucha por restablecerlos.
Somos parte fundamental de la clase trabajadora, millones de campesinas, obreras, inmigrantes y emigrantes objeto de expolio y abusos. Somos víctimas de las guerras imperialistas y de la crisis estructural del capitalismo decadente.
Somos trabajadoras explotadas del campo y de la ciudad, estudiantes excluidas, paradas, jubiladas y pensionistas a quienes se nos está privando del pan, la casa y el agua, de una remuneración y condiciones de trabajo dignas, de paz.
Somos también mujeres organizadas y luchadoras revolucionarias.
No es el día de las Koplovich o las Leticias. Esta no es su causa.
Las organizaciones políticas del reformismo hacen la vista gorda al carácter clasista de nuestra problemática, y reducen nuestra lucha a un asunto exclusivo de género, situándonos generalmente en el victimismo, en el pataleo y a la defensiva.
Las comunistas sabemos que la sociedad de clases nació preñada de violencia, violencia de fuertes contra débiles, de clase en el poder contra clase oprimida. Sabemos también que muchas de las desigualdades que como mujeres trabajadoras sufrimos, benefician al capital que nos utiliza como mano de obra barata y le interesa que la naturalización de roles y la división sexual del trabajo nos mantega atadas a labores no remuneradas de reproducción y cuidados.
Luchamos contra la opresión de la mujer trabajadora, luchando contra un orden social que aprovecha y necesita esa opresión como engranaje de su dominación y como válvula de escape de las tensiones que tal orden social crea.
La violencia patriarcal es una de las formas que asume la brutalidad de un sistema político-económico-social, el capitalista, violento todo él desde sus podridas raíces.
Por ello sostenemos que la lucha por nuestra emancipación y la lucha por la destrucción del capitalismo son inseparables.
Luchamos para construir una sociedad en la que la mujer trabajadora vea garantizados, en el plano material, y no en lo abstracto, su emancipación y su acceso a una total igualdad de derechos.
Queremos paz, trabajo, salarios dignos e iguales a los de los hombres, guarderías, lavanderías, atención médica y educaciones gratuitas y universales, tiempo libre, posibilidad de descansar, crear, investigar, gobernar, volar.
Queremos poder decidir sobre ser o no madres, algo hoy al alcance solo de las burguesas, lo queremos para nosotras, mujeres trabajadoras.
Queremos la socialización de todo el trabajo socialmente necesario.
Y luchamos por una sociedad en la que todas las formas de avasallamiento, entre ellas los hábitos, tradiciones machistas y roles patriarcales, sean eliminados de nuestras vidas.
Jamás el capitalismo nos podrá garantizar ni un ápice de todo esto que necesitamos las mujeres trabajadoras. Un sistema que necesita recortar siempre más nuestros derechos, explotarnos, oprimirnos, humillarnos más y peor.
No caben rostros humanos del capitalismo y de la opresión patriarcal.
No hay otro futuro para las trabajadoras que luchar por ponerle fin a toda explotación y construir un mundo de igualdad y justicia.
Para poder llevar a cabo esta tarea, estamos en el Partido Comunista y luchamos por la Revolución Socialista