Editorial

Las semanas más importantes para la economía del término municipal de Jumilla ya han dado comienzo. La campaña de la vendimia se ha iniciado con la previsión de una cosecha más reducida. La sequía está afectando gravemente a los viñedos, lo que complica el trabajo de los viticultores que temen no obtener rentabilidad para seguir gestionando sus vides. Año tras año, las condiciones para conseguir los parámetros deseados en la uva se complican. La necesidad de que llueva y la disminución en la cantidad de la uva están provocando que muchos de los agricultores locales opten por arrancar las viñas o por plantar otros cultivos en sus parcelas.


Este problema que a priori parece a largo plazo, debería de ocuparnos de inmediato, ya que la situación es preocupante y cuando se empiecen a notar las consecuencias, ya será demasiado tarde. Cada vez son más los viticultores que no pueden soportar los costes ni los factores medioambientales y que, además, no generan los beneficios suficientes para subsistir. Los agricultores merecen que se valore su trabajo, sobre todo en esta ciudad en la que su papel es fundamental. Precisan de medidas o ayudas que de verdad alivien sus gastos y reflejen mejores resultados.
Sin la materia prima que es la uva, la producción del vino también se reducirá, las bodegas pertenecientes a la DOP no podrán elaborar la cantidad deseada y aunque exista mucha calidad, quizá eso solo no sea suficiente. Si esto sigue así, Jumilla se quedará sin su actividad económica, turística y social fundamental. Sin uva no hay vino y, sin vino no hay Jumilla. Aviso a navegantes.