En clave de sol by Gustavo López
Halloween es una celebración americana que ha ganado popularidad en muchos países, entre ellos España. Pero a pesar de sus defensores también tiene muchos detractores que ven sus notables efectos negativos.
Una de las principales críticas a Halloween es su fuerte componente comercial. Las tiendas se llenan de disfraces, decoraciones y dulces, que promueven un consumismo desenfrenado. Esta presión para gastar puede ser vista como una imposición cultural que beneficia principalmente a las grandes corporaciones, mientras que las tradiciones locales y más auténticas quedan relegadas.
Intentando ponerme en el punto medio, entiendo que los colegios ahora son bilingües, y son un imán especial que atrae este tipo de fiestas. De hecho, son los propios centros educativos los que proponen actividades y trabajos entorno al dichoso ‘jalogüin’. Así, cientos de niños, que son auténticas esponjas, salen a la calle vestidos de fantasmas, monstruos y calaveras, para repetir una y otra vez, ese sanbenito de “truco o trato”, que algunos no saben ni lo que están diciendo. Y eso, pues quizá si se toma como un juego o una diversión más, pues no está mal, pero eso sí, no hay que permitir nunca que Halloween pase por encima de nuestra fiesta de Todos los Santos como si de un eclipse se tratara.
Halloween también puede ser criticado por promover estereotipos y miedos. Los disfraces y decoraciones a menudo recurren a imágenes de terror y violencia, lo que puede incluso llegar a ser perturbador, especialmente para los niños pequeños.
Es decir, que como les decía, Halloween puede ser una festividad divertida y emocionante para muchos, pero no hay que obviar que también presenta una serie de desafíos y críticas. Su comercialización, el desplazamiento de tradiciones locales y la promoción de estereotipos son aspectos a tener en cuenta. Es importante reflexionar sobre cómo adoptamos y adaptamos las tradiciones importadas, asegurándonos de que no eclipsen nunca nuestras propias costumbres y valores culturales o religiosos.
Por eso, propongo que en Jumilla, en lugar de Halloween celebremos Hallowine, y en vez de vincular este día al miedo, a quemar contenedores o tirar huevos, convirtiendo una fiesta en una excusa para hacer caótica una noche, lo unamos al vino, nuestra cultura, las tradiciones, y así seamos únicos, diferentes y sepamos adaptar y no copiar.