Por Antonio Toral Pérez (Escritor y aficionado al ciclismo)
La espera ha terminado. Y es que este sábado 29 de agosto comienza la carrera más importante de la temporada ciclista, el Tour de Francia, que, aparte del prestigio deportivo y del innegable interés mediático que suscita, la edición de 2020 es clave para la supervivencia económica de la práctica totalidad de equipos de primer nivel del mundo, que dependen de la visibilidad de sus patrocinadores, no habiendo escaparate más grande que la Grande Boucle.
3.484 kilómetros habrán de recorrer los ciclistas, distribuidos en 21 etapas: 9 llanas, 3 de media montaña, 8 de alta montaña y, en la línea de la tendencia de las grandes vueltas durante los últimos años, una sola contrarreloj individual de 36 kilómetros con final en el puerto de la Planche des Belles Filles. Un trazado que, aún siendo muy montañoso y por tanto duro y exigente, carece de grandes etapas de montaña, con grandes colosos enlazados, como el Tour nos ha tenido acostumbrado desde siempre. A ello también contribuirá que el trazado, por primera vez en su historia, recorrerá todos los macizos montañosos del país vecino, como son Pirineos, Macizo Central, Alpes, Macizo Jura y los Vosgos, no erigiéndose ninguno de ellos, a priori y presumiblemente, en decisivo, sino que será la suma de las pequeñas diferencias que en ellos se vayan obteniendo lo que acabe por dilucidar la carrera.
Será en la mediterránea y tradicionalmente elitista ciudad de Niza donde comiencen y finalicen las dos primeras etapas. La primera de ellas dispondrá de un perfil y un trazado que favorecerá una llegada al sprint, por tanto el primer maillot amarillo de esta edición de la carrera será, presumiblemente, un sprinter. Si bien, al día siguiente, y ya en la segunda jornada de carrera, los ciclistas habrán de afrontar la primera cita con la montaña. Un trazado de 187 kilómetros con solo 3 puertos puntuables (dos de 1ª categoría y uno de 2ª categoría) pero un acumulado total positivo que se irá por encima de los 4000 metros. Jornada exigente que obligará a los favoritos a llegar en perfectas condiciones a la carrera, también porque tan solo dos días después, durante la 4ª etapa, habrán de afrontar el primer final en alto de este Tour de Francia, Orcières-Merlette, un puerto catalogado (generosamente) de 1ª categoría que no dispone de excesiva dureza, 7,1 kilómetros al 6,7% de pendiente media, pero que es posible que abra las primeras diferencias entre los favoritos.
A partir de ahí un cóctel frenético de alternancia entre etapas llanas, con media montaña y con alta montaña, en el que los corredores habrán de afrontar los Pirineos en sus etapas 8ª y 9ª. Pasados en esta edición de puntillas, aún así seguro que los indómitos Port de Balés, Soudet y Marie Blanque, escollos pirenaicos de mayor dificultad dentro de esta edición de la carrera, tendrán algo que decir en el desenlace de este Tour.
En la jornada 13ª llegará la segunda de las llegadas en alto, en el Puy Mary, en pleno Macizo Central. 5,4 kilómetros al 8,1% de pendiente media que vendrán precedidos por un perfil plagado de “dientes de sierra”, con tres puertos de 3ª categoría, dos de 2ª categoría y uno de 1ª categoría para alcanzar los 4.459 metros positivos en 191 kilómetros de recorrido. Jornada a tener muy en cuenta.
Durante las etapas 15ª, 16ª y 17ª el Tour se introduce en los Alpes para afrontar los tres finales de etapa en alto restantes de los cinco totales. En la Gran Colombiere (17,4 kilómetros al 7,1%), Villard-de-Lans (2,2 kilómetros al 6,5%) y Col de la Loze, especialmente exigente éste último, con sus 21,5 kilómetros de ascenso al 7,8% de pendiente media y sus 2.304 metros de altitud. Puerto final de etapa que vendrá precedido del también severo Col de La Madeleine, también rompiendo la barrera de los 2.000 metros de altitud. Será esta jornada, la 17ª, la que se prevé y califica como la Reina de esta edición de la carrera.
Y, por si finalmente quedara algo por dilucidar, al día siguiente, etapa 18ª, los escaladores dispondrán de otra oportunidad camino de La Roche-Sur-Foron, con el ascenso previo al Plateau des Glìeres, 6 kilómetros al 11,2% de pendiente media, y, especialmente, durante la penúltima etapa de este atípico e impredecible Tour de Francia, jornada 20ª, con el ascenso, en formato contrarreloj, a la Planche des Belles Filles de 5,9 kilómetros al 8,5% que irán precedidos de 30 kilómetros eminentemente llanos.
Así, los máximos favoritos velan armas. El joven colombiano Egan Bernal, de tan solo 23 años, se enfrenta a la defensa del título envuelto en un cierto halo de duda tras su retirada del Critérium du Dauphiné disputado hace dos semanas. Lo mismo ocurre con el esloveno Prinoz Roglic, vigente campeón de la Vuelta a España y que hubo de abandonar la misma prueba por caída, aunque, en principio ya recuperado de las consecuencias de la misma, tomará parte de la prueba como uno de los máximos favoritos. Consideración que también ostentan Richard Carapaz y Tom Dumoulin, alternativas de Bernal y Roglic en el Ineos y el Jumbo-Visma respectivamente, y los Thibaut Pinot, Nairo Quintana, Richie Porte, Romain Bardet, Fabio Aru, Tadej Pogacar, Adam Yates, Rigoberto Urán, Daniel Felipe Martínez y Gillaume Martin, principalmente. Las opciones españolas de victoria o plazas de podio recaerán en el vasco Mikel Landa, líder absoluto del Bahrain McLaren, y en el mallorquín Enric Mas, enrolado este año en el único equipo español dentro de la máxima categoría mundial, el Movistar Team, en el que también se incluye al murciano e incombustible Alejandro Valverde que, con 40 años ya cumplidos, acudirá a una nueva cita con el Tour de Francia, la ronda ciclista por antonomasia.