Hace unas semanas que se demolió el edificio que estaba situado en la plaza del Rollo, entre calle Pío XII y avenida de Yecla
Hace unas semanas, se demolió el edificio de la única fábrica de harina que ha tenido Jumilla: Santa Margarita, situada en la plaza del Rollo, entre calle Pío XII y la avenida de Yecla.
Es cierto, según cuenta uno de los hijos de los propietarios, Baltasar Muñoz, que en Jumilla sí ha habido varios molinos de este cereal (que recuerde hasta 5), pero fábrica no. Por lo que Jumilla dice adiós a estas tradicionales instalaciones, donde ahora tan solo queda un solar, al que, de momento, no se sabe qué uso y fin se le dará.
Cuatro generaciones implicadas en el negocio familiar
Añoranza y tristeza son los sentimientos que le embargan a Baltasar cuando recuerda la imagen del derribo, “porque allí he pasado buena parte de mi vida y mi familia ha sufrido mis ausencias, desde mi mujer Ana, hasta mis hijos Francisco y Belén. Empecé en el negocio con 17 años, hasta que las fuerzas me lo permitieron, incluso mi vivienda estaba al lado de la fábrica, por lo que apenas desconectaba del trabajo. Había veces que, a cualquier hora, tocaban al timbre de mi casa a pedirme harina, y por supuesto los atendía”.
La tradición del negocio viene del abuelo de nuestro protagonista. Se llamaba Francisco Muñoz Palencia y comenzó en otro molino que, “por amistad, le dejó el barón y así fue como mi abuelo pasó del transporte del vino, a molinero”, relata Baltasar.
Tras el abuelo, llegó su padre Francisco Muñoz Herrero que siguió con el citado molino (con una máquina y dos piedras), hasta el año 61 en el que se decidió a montar la fábrica, ya con mecanismo de cilindros. El nombre Santa Margarita fue en honor a la abuela de la saga y esposa del iniciador del negocio.
En esta nueva fábrica se implicaron todos los hijos y posteriormente los hijos de uno de ellos, (Francisco): Baltasar, Juan y Pepe. Incluso otra hermana, Remedios, que se hizo cargo de la ventanilla donde vendían la harina. Los últimos años, el negocio estuvo atendido por uno de los integrantes de la que fue la cuarta generación al frente de la elaboración y fabricación de harina.
“En la fábrica hemos hecho de todo”
Baltasar Muñoz ha recordado para Siete Días, la historia más reciente de este negocio familiar. La fábrica Santa Margarita se levantó en un espacio de más de 1.100 metros cuadrados y en ella se llevaba a cabo todo el proceso, prácticamente artesanal, para la elaboración de este preciado cereal. La harina de trigo se obtiene mediante la molienda de trigo que reduce la presencia del germen y el salvado del mismo. El proceso consiste en la selección, limpieza, acondicionamiento y molienda, que a su vez requiere de trituración, separación, purificación y compresión.
En estas casi siete décadas, Baltasar ha hecho de todo, al igual que sus hermanos. Desde comprar el trigo, hasta tratarlo y venderlo, haciendo tareas de comercial y también de contable. Lo mismo se le podía ver descargando un camión, como haciendo pruebas con harina para ver cómo salía el pan, hasta con su traje de chaqueta de vendedor por ciudades de Alicante y la Región de Murcia.
Reformas y cambios
En estos años, debido al aumento de la demanda, realizaron una importante reforma en la fábrica, donde introdujeron dos cilindros más, a los tres existentes. Esto propició un aumento de la producción de harina desde los 3.000 y 4.000 kilos hasta los más de 12.000 kilos. Ésta se vendía tanto a empresas y negocios, como a particulares. Y en muchos puntos de la geografía murciana como en la Comunidad Valenciana, en municipios como Jumilla, Monóvar, Elda, Petrer, Aspe, Novelda, Alcantarilla, Librilla, Alhama, Totana, Lorca, Cieza, Abarán y Murcia, entre otros.
También han tenido que adaptar los horarios de trabajo. “Al principio, recuerda Baltasar, trabajábamos 24 horas seguidas, a turnos, pero después tuvimos que hacer horarios, porque la fábrica hacía mucho ruido y decidimos poner un horario de apertura y cierre, de manera que empezábamos la jornada a las 6:00 y terminábamos a las 21:00 horas”.
Trabajadores que han sido “como familia”
Baltasar recuerda perfectamente a todos los trabajadores (aunque a la mayoría por su apodo) que han pasado por la fábrica, porque reconoce, “no han sido compañeros, han sido como familia” y muchos han estado hasta 50 años. Así, nos cita a ”Juanillo” que estuvo 50 años, “El churrero”, con 46 años en la empresa, Juan Ortega que trabajó cerca de 30 años, Juan Tomás que estuvo 22 años, “El colorao” con unos 18 años trabajando con ellos y otro Juan más que estuvo 12 años. De todos ellos, Baltasar destaca su dedicación, “ninguno cogió la baja en todo el tiempo”.
Nuestro protagonista, en el transcurso de la conversación nos contó muchas anécdotas vividas y por supuesto, casi en la recta final le preguntamos por el secreto para obtener una buena harina y por tanto un buen pan. Y la respuesta era obvia: tener un buen trigo. Considera que hoy, en general, el pan no es de la misma calidad que antaño y esto, cuenta, “es porque traen mucho trigo de fuera, de países como Francia, Dinamarca e Inglaterra y al mezclarlo, el resultado no es el mismo que si todo el trigo es nacional”, asegura. En su caso, todo el cereal era procedente de España, de lugares como Cartagena, Alicante, Valencia, Andalucía, Albacete y Valladolid.
En definitiva, un negocio, la fábrica de harina Santa Margarita, que ya ha pasado a la historia de Jumilla y que también tiene una bonita historia, de mucha dedicación y trabajo, de los miembros de cuatro generaciones de una misma familia.