Desde que comenzó esta situación de pandemia mundial, además de las muertes que ha llevado aparejada, así como los miles de casos de contagio, la fatídica crisis económica y los cientos de casos de dramas familiares en los que mucha gente se ha sumido, también han proliferado miles de bulos y desinformaciones que al final no dejan de ser autoengaños tanto para el que los lanza como para el que los recibe y se los cree. De esta forma, alrededor de esta lamentable situación, se han creado otras problemáticas que han venido suscitadas principalmente por la forma de combatirlos, siempre, claro está, dentro de la legalidad.
Hace unos días, el Centro de Investigaciones Sociológicas, el también polémico CIS, ofrecía los resultados de su última encuesta, donde sus ideólogos, se atrevieron a formular una pregunta al hilo precisamente de los bulos que en torno al coronavirus, se estaban suscitando. La pregunta en cuestión decía textual: “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener la libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”.
A priori hay que decir que el enunciado de la pregunta no es todo lo claro de debiera, pero ante esta cuestión, la respuesta casi unánime debería ser que los bulos no se deberían prohibir, simplemente no tendrían que darse nunca, pero en una situación como ésta mucho menos, perjudican, confunden y generan demasiado ruido. Y por supuesto que siempre lo más fiable deberían ser las fuentes oficiales, sin mentiras ni sesgos, y por lo tanto, si todo fuera así, sin necesidad de prohibir nada ni amordazar a nadie.
Pero es que claro, los primeros que crean bulos, ‘fake news’ y desinformaciones son los propios políticos, que juegan a perjudicar a su adversario en beneficio propio sin importarle el ciudadano.
La gran cantidad de disparates que muchas veces se vierten por las redes no se puede equiparar con lo que publican los medios de comunicación. Comparar una cosa con la otra no es correcto.
Por lo tanto, más información veraz y menos bulos; más transparencia y menos oscurantismo; y en definitiva, más fomento de las libertades y menos prohibiciones propias de otras sociedades y otros momentos.