Su hija está en la residencia MasVida y su marido en el hospital

La jumillana Cati Cutillas ha compartido con el periódico regional La Verdad su testimonio y la realidad actual que vive con motivo de la Covid. Siete Días reproduce lo que Cati contó al diario.
Son días de angustia para Cati, que pasa la cuarentena en la soledad de su vivienda, mientras Marina, su hija con deficiencia psíquica, permanece internada en el área de contagiados de la residencia Masvida de Aspajunide y su marido, Juan Manuel, lucha por recuperarse de una neumonía causada por el coronavirus, que hace una semana le robó el aire hasta provocarle un desmayo en la cocina.

Los tres han contraído la Covid-19 y las difíciles circunstancias han obligado a que tengan que pelear la recuperación cada uno por su lado. Sin el apoyo ni el aliento de los otros.
Juan Manuel experimenta ahora una lenta mejoría desde la UCI del Hospital Morales Meseguer de Murcia, donde se encuentra “conectado a la máquina” que le ha permitido seguir con vida. Una llamada el pasado miércoles, en la que pudo contestar con monosílabos a las preguntas de Cati, disipó los peores temores. Los médicos habían advertido a su mujer de que su situación “era grave, aunque estaba estable”.
Cati Cutillas, de 59 años, regenta un negocio de floristería junto a su esposo, de 61. Su hija Marina ha sido la gran lucha de sus vidas desde que viniera al mundo, con daño cerebral, hace ya treinta años. Nunca habían pasado tanto tiempo separados de ella como en estos meses de pandemia, que la han obligado a dormir “demasiadas noches” en la residencia Masvida. Su madre, aun estando sola, no se permite estos días hablar por teléfono con ella: “No puedo -explica- porque lloramos las dos”.
Son ya muchos meses de malos tragos. El primero fue el confinamiento. “Marina –explica su madre– es una chica muy activa”, a la que la irrupción del coronavirus dejó sin las rutinas que necesitaba. “Durante el encierro, se desestabilizó mucho y se volvió muy agresiva”, cuenta. Entre las muchas cosas de las que el estado de alarma privó a Marina, estaba su válvula de escape favorita: bailar. Pese a los problemas de movilidad que le hacen caminar con dificultad, adora ir a la academia donde baila “de todo: sevillanas y lo que le echen”. Por eso, su actitud cambió drástica y rápidamente.
En casa, la situación se volvió tan insostenible que Cati y su marido tuvieron que tomar la difícil decisión de enviarla interna a la residencia, donde suele ir como centro de día, pero en la que no es habitual que se quede a dormir más que dos o tres noches, cuando sus padres tienen que ausentarse de Jumilla por trabajo. Esta vez, Marina tuvo que permanecer durante mes y medio en esta residencia de Aspajunide.
A mediados de agosto, tras un cambio de medicación, Marina pudo volver a su casa. Pero la alegría duró poco. Solo dos semanas después, Juan Manuel se desplomó y todo volvió a empeorar muy rápidamente. “Tenía a mi hija en el salón. Estaba muy asustada”, recuerda Cati, que llamó de inmediato al 112. Una ambulancia trasladó a Juan Manuel al hospital de Yecla y, nada más llegar, le hicieron una PCR. “Dio positivo. Así que mi hija y yo fuimos a hacernos las pruebas, y también estábamos contagiadas”.
Con ese diagnóstico, Cati y Marina volvieron al domicilio para cumplir la cuarentena: “Me pilló sola y no podía con ella”. Así que, con ayuda de otra de sus hijas, Cati tuvo que volver a gestionar la vuelta a la residencia, donde ya habían empezado a detectarse los primeros positivos: “Estaban preparando la separación de zonas”. Allí duerme desde entonces Marina, mientras su madre espera a que el coronavirus le devuelva a su familia. Si algo le alivia es saber que está “en buenas manos”. “Mi hija empezó a ir a rehabilitación y estimulación, con la misma asociación, cuando solo tenía tres meses. Gracias a eso puede andar. Cuando tuvo edad para ir al colegio, empezó a ir al Virgen de la Esperanza, también de Aspajunide, hasta que pasó a la residencia como centro de día” explica Cati. Ahora, “cuando más los hemos necesitado, han hecho lo posible y lo imposible. Solo puedo darles las gracias”.