José María Roncero/ Lola Tomás
El pasado lunes, día 26 de julio, festividad de San Joaquín y Santa Ana, tuvo lugar, como es tradicional, la misa de campaña en el atrio del convento de los padres franciscanos, presidida por la imagen titular de la Santa. Poco más de 120 personas, guardando todas las medidas sanitarias de seguridad y distancia vigentes en esta quinta ola del covid-19, se congregaron para participar en la eucaristía, que celebró uno de los frailes de la comunidad debido a la forzosa ausencia del padre guardián, fray Francisco Oliver Alcón, ingresado en la Arrixaca desde el día 8 por un grave problema cerebrovascular.
La alcaldesa Juana Guardiola, amiga personal del Padre Oliver, excusó su ausencia por coincidir con el pleno del Ayuntamiento; y la Coral Canticorum, habitual también en esta fiesta, no pudo participar, como así era su deseo, por exigencias del aforo limitado.
La “hermana lluvia”, como la llamaba San Francisco de Asís, hizo peligrar la celebración pero, afortunadamente, cesó una hora antes del comienzo de los actos y dejó un ambiente límpido, muy luminoso y con una temperatura bastante agradable. Los cantos litúrgicos, populares y bien ejecutados, corrieron a cargo del coro habitual de “santaneras”, que amenizó también todos los actos del Quinario a Santa Ana que se celebró en los cinco días anteriores a la fiesta. Y, al igual que en años anteriores, las niñas de la Colonia, ayudadas por fray Antonio Trucharte Sánchez, montaron su “tienda de aromas” con plantas aromáticas de Santa Ana, cuyos beneficios se destinan a las misiones franciscanas.
En la homilía se hizo mención de la buena noticia del día, el anuncio de la ansiada alta hospitalaria del padre guardián, a quien, como es lógico en este tipo de enfermedades, le espera una prolongada rehabilitación que el excelente equipo médico de neurología augura de muy buenas perspectivas de recuperación. La comunidad franciscana -nobleza obliga- dio gracias a Dios y a la “Abuelica” Santa Ana por esta sanación casi milagrosa, y reiteró, de todo corazón, el agradecimiento a todas las personas, parroquias e instituciones civiles y religiosas de Jumilla que, con su oración y apoyo continuo, han demostrado, una vez más y de manera abrumadora, el cariño que nuestra ciudad profesa a los frailes franciscanos que, desde hace más de cuatro siglos, cuidan y veneran la imagen de Santa Ana. El celebrante resumió la gratitud del convento a Jumilla en estas cuatro palabras: “Gracias, gracias, gracias, gracias”.
Tras una simbólica procesión de la imagen dentro del atrio del convento, acompañada por los cantos tradicionales de las rogativas, en la que se rezó por los difuntos del covid y sus familias, por los abuelos de Jumilla, por las vocaciones franciscanas, por los niños y adolescentes de la Colonia, y por los santaneros difuntos y los jumillanos ausentes, el acto se clausuró con el canto de la plegaria a la Abuelica Santa Ana, entonada con mucho sentimiento por las hermanas Ripoll, que acompañó con el armonio Guillermo García-Villaverde y fue coreada con fervor por todos los asistentes.