Pincha aquí y escucha la entrevista previa a Antonio Toral esta misma mañana, para Siete Días Radio:
El sábado arranca la prueba deportiva más dura sobre la Tierra con la contrarreloj de Dusseldorf, que decidirá el primer maillot amarillo
“El test definitivo del deportista” decía Henri Desgrange, fundador del Tour de Francia. Eso es lo que debía de ser la carrera velocipédica que él mismo había creado allá por el año 1903. La prueba deportiva más dura sobre la Tierra y la experiencia vital más extrema a la que un ser humano pudiera enfrentarse durante la totalidad de su existencia. La competición donde realmente se pudiera medir la capacidad de resistencia, de superación y de dolor que era capaz de llegar a soportar el ser humano. Con éstas premisas y objetivos nacía el fenómeno deportivo, social y económico en que se erigió en tiempo record el Tour de Francia, la carrera ciclista por antonomasia y uno de los eventos deportivos más seguidos del mundo, de ayer y de aún hoy día.
Y aunque el devenir de los tiempos, especialmente los más contemporáneos, y determinados avances tecnológicos le han restado cierta mística y romanticismo a este sueño paternalista del fundador de la carrera, el Tour de Francia sigue siendo, aún hoy, la más épica de las batallas deportivas, la historia competitiva de superación humana más bella, y la pugna atlética más colmada de leyenda de cuantas existen en nuestro planeta.
Y como viene ocurriendo durante más de un siglo, el mes de julio dará el pistoletazo de salida a la gran ronda gala, concretamente pasado mañana arranca en la ciudad alemana de Düsseldorf la competición ciclista más importante y seguida. La Grande Boucle o la gran carrera ciclista por etapas.
Una contrarreloj individual de 14 kilómetros por las calles de la ciudad germana citada decidirá el primer maillot amarillo, para que luego el Tour oriente su rumbo hacia Bélgica y Luxemburgo, antes de pisar suelo francés ya en la 4ª jornada de carrera con final en la ciudad gala de Vittel.
A partir de ahí el Tour ya no se apeará del país galo hasta su conclusión. La Planche des Belles Filles será el riguroso final que aguardará a los ciclistas en la jornada 5ª, en pleno corazón de la región de los Vosgos para ser el primer final en alto –de cuatro– de los que cuenta en esta edición la carrera. A partir de aquí dos etapas llanas, a priori llegadas masivas al sprint, que dejarán paso a otro explosivo final (8ª etapa) en la estación invernal de Rousses. Al día siguiente (domingo 9 de julio y 9ª etapa) llegará la primera gran jornada de montaña y, por ende, la primera cita importante de cara a la pugna por la general de la competición ciclista. Con un trazado que con inicio en Nantua y final en Chambèry aglutina un total de siete puertos de montaña (dos de ellos de fuera de categoría u Hors Catégorie) siendo el último de ellos el Mont du Chat. Un áspero puerto de montaña cuya especial dificultad –tanto en lo relativo a su ascenso como a su descenso– pudimos apreciar en la reciente disputa –en el mes de junio– del Criterium du Dauphiné.
Otras dos etapas, a priori de las llamadas de transición, con presumible llegada al sprint, dejarán paso a la primera –de dos– de las jornadas pirenaicas.
La primera de ellas, el jueves 13 de julio (12ª etapa) finalizará en la estación de Peyragudes, allá donde el murciano Alejandro Valverde se impusiera en el año 2012. Y la segunda al día siguiente con final en Foix, previo paso por puertos pirenaicos de entidad menor.
Los Pirineos se atravesarán en esta edición del Tour casi de puntillas para poner rumbo a la cordillera alpina, con tres etapas de media montaña antes de concluir en Serre Chevalier el miércoles 19 de julio durante la disputa de la 17ª etapa. Final ubicado justo después de que los ciclistas hayan hollado la cima de los temidos y míticos Croix de Fer y col de Galibier.
Será el turno del Izoard al día siguiente. El legendario puerto alpino será final de una etapa del Tour de Francia por primera vez en su historia el jueves 20 de julio, en la que probablemente sea una de las etapas más complicadas de esta edición del Tour.
Y con otra jornada –a priori de transición– entre medias se llegará a Marsella, donde otra contrarreloj individual decidirá presumiblemente la configuración final del podio de la carrera y el vencedor de la misma antes de llegar al día siguiente, domingo 23 de julio, a La Ciudad de la Luz.
Respecto a los favoritos la carrera se presenta más abierta que nunca. Siempre es complicado hacer pronósticos y en esta edición más que en ninguna de las últimas. Pero por el potencial del equipo que lo arropa y por ser el último vencedor de la carrera podríamos situar a Froome, a priori, en el primer escalafón. Pero el keniata británico llega con dudas y sin deslumbrar en ninguna de las carreras disputadas en la presente temporada. Por otro lado habrá que tener muy eny cuenta a Romain Bardet, 2º el año pasado y, por edad, en plena progresión deportiva. La perla colombiana Nairo Quintana será una incógnita después de haber disputado este año el Giro de Italia, así como también habrá que tener en cuenta al excelso murciano de las Lumbreras, Alejandro Valverde, que al margen de sus labores de coequipier de lujo seguro que jugará sus bazas a nivel individual. Richie Porte, el mejor de entre los mejores durante la disputa del pasado Dauphiné, ha de refrendar su extraordinario estado de forma en una vuelta de tres semanas. Puede ser su momento. Alberto Contador que, en el ocaso de su carrera deportiva, afronta el que probablemente sea su último Tour con posibles opciones de victoria, complicado pero factible para el de Pinto. Por otro lado ha llegado el momento de que Fabio Aru encuentre la conexión que hasta el momento no ha logrado con la gran ronda gala, acompañado por un Jakob Fuglsang que puede ser uno de los tapados de ésta edición de la carrera.
Un Tour abierto y apasionante a la vuelta de la esquina. Sin pronóstico ni dominador claro, las espadas se encuentran en todo lo alto. Solo queda esperar a que arranque el espectáculo y que los ciclistas hagan honor a lo mucho que de ellos todos esperamos.
Antonio Toral