L. Tomás

En la Churrería Sota, Jacobo Martínez Navarro es el hermano mayor, o el “más antiguo” como él mismo dice, y ejerce ahora de patriarca en “La churrería de la Libe”, porque así se la conoce de toda la vida. Libertad, su madre, gran mujer donde las haya, y que junto a su marido Pedro (q.e.p.d.) han sabido trasmitir a sus hijos y nietos el secreto del buen hacer de unos churros inconfundibles para todo aquél que ya los ha probado. La receta es casi tan secreta como la mismísima fórmula de la Coca Cola.
Tres generaciones han pasado ya por este “puesto de churros” y la cuarta ejerce con todos los honores, de manera que la continuidad del negocio después de 68 años funcionando está más que asegurada.
Los recuerdos se remontan al año 1952 cuando la abuela empezó con un fornel, una caldera y un mostrador de madera que desmontaban todos los días en la plaza del mercado. Luego vendrían casetas de madera, de mejor madera, y finalmente de acero inoxidable y cristal, más moderno, limpio y funcional que antaño.

“Nunca hemos vivido una situación parecida”

Aseguran no haber vivido una situación semejante ni parecida a la que se vive ahora con la pandemia, aunque Jacobo recuerda que cuando su madre tomó las riendas de la churrería, era la época de la postguerra tardía y de tiempos difíciles, y aunque entonces no se hablaba de crisis como ahora, lo cierto es que era una “crisis permanente”. Afortunadamente con la mejora de la economía, el negocio fue en progresión, pero con el tema de la Covid han sufrido como todos los establecimientos de la hostelería un “importante varapalo”. Siempre han servido churros para llevar, de manera que con las restrictivas medidas impuestas a la hostelería no han tenido que reinventarse mucho, sino hacer más churros, “cuando les han dejado abrir” eso sí.


Fueron de los primeros en cerrar un día antes del Estado de Alarma ya que la gente apenas salía ya de casa, y luego a principios de agosto volvieron a cerrar de nuevo atendiendo a las medidas sanitarias, ya que él mismo, no se sabe cómo ni de qué manera, dio positivo, y en plenas fechas de feria, justo cuando podían recuperarse “algo”, tuvieron que echar el cerrojo y ponerse en cuarentena toda la familia.


Como la mayoría del sector cree que las restricciones que se han tomado para bares, restaurantes y también churrerías “son desproporcionadas” ya que todos se han “ocupado y preocupado” de tomar las medidas de seguridad para evitar contagios y lo único que se ha hecho con ellos ha sido “criminalizarlos”, cuando está demostrado que en este sector es dónde menos contagios se han producido. El futuro inmediato señala Jacobo, que es “crisis y más crisis” aunque espera que con la vacuna la pandemia vaya a menos y “volvamos a la normalidad”, pero ahora dice “esto es lo que toca”.