En clave de sol by Gustavo López

La Semana Santa de Jumilla es muchas cosas, ya que al lógico y principal componente religioso, hay que sumarle otros muchos factores que al final fueron determinantes a la hora de ser reconocido su interés turístico internacional. Podemos hablar de que es un fenómeno cultural y social que vertebra la identidad de todo un pueblo, ya que es capaz de entrelazar, en un mismo escenario, fe, historia, arte, música, gastronomía, convivencia y reencuentro. Cada año, nuestra ciudad se transforma en un espacio vivo donde coexisten lo espiritual y lo festivo, lo solemne y lo cotidiano, con una naturalidad que solo da la experiencia de los más de seis siglos que atesora.
Las cofradías, muchas de ellas centenarias, son guardianas de un legado que se manifiesta en bordados, estandartes, túnicas y abalorios. Igualmente, también está el arte escultórico, donde se cuenta con los artistas más destacados de cada momento.
En cuanto a la música, Jumilla cuenta con un repertorio propio gracias a compositores locales, así como otras incorporaciones o, por ejemplo, el estreno de nuevas composiciones, como “Alma Rollera”, que será estrenada este próximo Miércoles Santo.


Pero la Semana Santa en Jumilla también se saborea. Es tiempo de platos tradicionales como el trigoentero, las empanadas de patata, los dulces típicos o las torrijas. Las casas y los bares se llenan de aromas familiares, y en muchos casos, de reencuentros. La gastronomía jumillana representa un punto de unión, una excusa para compartir y celebrar en torno a la mesa.
Pero estas fechas también se convierten en una gran fiesta popular. Las calles se llenan de vida, de gente que vuelve al pueblo, de niños que estrenan túnica o que se preparan para un desfile o un traslado infantil. Hay conciertos, exposiciones, actividades para todas las edades, y la ciudad entera es un perfecto lugar de encuentro y de convivencia.
Nuestra Semana Santa es una experiencia total. Es religiosidad, pero también cultura viva. Es arte y es música. Es silencio, pero también bullicio. Es sabor, tradición y comunidad. Una celebración que ha sabido integrar todos estos elementos para construir algo más grande que la suma de sus partes: un legado que sigue latiendo con fuerza y que hay que cuidar más que nunca.