El pasado domingo se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Y aunque este tipo de ‘celebraciones’ entre comillas, lo mejor sería que no hubiera que realizarlas, lo cierto es que se hacen necesarias para denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y a la vez, reclamar políticas en todos los países para su erradicación.

Y es que los datos que presentan los casos de violencia de género registrados a un mes para que finalice este 2018 son muy alarmantes. En España, 45 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, con lo que ya son 973 las víctimas de violencia de género desde que hay estadísticas sobre ellas, a partir de 2003. La última fue la pasada semana en Monzón (Huesca).

El 2017 se cerró con 49 víctimas, mientras que el pico más alto de violencia machista registrado desde 2003 se encuentra en el año 2008 con 76 mujeres asesinadas en manos de sus parejas o exparejas. Sin duda, unas estremecedoras cifras que también destacan que desde 2013, la violencia de género ha arrebatado la vida a otras 27 menores, tres de ellas este año.

Pero aunque este tema por desgracia se haya convertido en toda una lacra social, hay otro tipo de violencias que aunque por suerte no abunden tanto, son igualmente injustificables y capaces de avergonzar a cualquiera. Ya que el deporte, no solo el de élite, sino el de bases, a veces también ‘pierde la cabeza’ y protagoniza noticias como la del pasado sábado en Beniaján,  donde una discusión entre las madres de dos jugadores de esa categoría (entre 12 y 13 años) acabó en una auténtica batalla campal, con la intervención además de las parejas de las mujeres, pero esta vez no discutiendo, sino a golpes.

La violencia hay que rechazarla siempre, de género, en el deporte, entre países, o a cargo de los políticos que tampoco son muchas veces un buen ejemplo.