Bartolomé Abellán Hernández, primer enólogo jumillano distinguido con el Baco de Oro al Mejor Enólogo de Vinos Jóvenes de España
Bartolomé Abellán Hernández es el enólogo de Bodegas Juan Gil y director técnico del catálogo vinícola de Viñas Familia Gil. En este grupo inició su carrera profesional en 2003. Es licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Murcia, donde también cursó un máster en Enología. Completó su formación en lugares como Australia, Chile o Nueva Zelanda. Se declara un enamorado de la monastrell de la que afirma que “se ha logrado que en el mundo se perciba como una variedad noble que da lugar a grandes vinos”. Recientemente ha sido distinguido con el Baco de Oro al Mejor Enólogo de Vinos Jóvenes de la cosecha 2020.
Es el primer enólogo jumillano que cuenta con esta distinción. ¿Qué significa para usted este nuevo reconocimiento a su trabajo?
Es una satisfacción personal, pero, aunque el premio se dirija a mí personalmente, este reconocimiento es para todos los trabajadores del grupo, ya que es el resultado del buen trabajo realizado por todos los enólogos de cada una de nuestras bodegas y el personal de cada una de ellas que hacen que la calidad de todos los vinos sea muy alta.
Pero, además, los vinos que elaboran en Juan Gil son distinguidos constantemente a nivel nacional e internacional, ¿qué suponen estos premios a nivel personal? ¿No es un plus de responsabilidad?
A nivel personal es muy gratificante puesto que es un reconocimiento del trabajo realizado durante todos estos años en Juan Gil. Con respecto a la responsabilidad, el premio no supone ningún cambio en ella puesto que la responsabilidad va a seguir siendo siempre la misma ya que nuestra filosofía es esforzarnos cada año para encontrar el mejor vino en relación calidad-precio.
Hablando de su trayectoria, vamos al inicio. ¿Por qué decide dedicarse al mundo del vino?
Nací en Albatana, un pequeño pueblo de Albacete, que forma parte de la DOP Jumilla y que además es el pueblo natal de mi madre. Desde pequeño, la vendimia y las bodegas fueron parte de mi vida. Tengo varios familiares que elaboran y han elaborados sus vinos. Mi padre fue viticultor y comercial de vinos y yo mismo, para poder ayudar a soportar el coste de mis estudios lo que hacía cada verano era vendimiar o trabajar de peón de bodega, algo que quizás se ve muy raro hoy día, pero era muy normal en aquellos años para poder costearse uno los estudios. Ser bodeguero era algo que llevaba en la sangre y a lo que decidí dedicarme en cuanto comprobé que precisamente el miedo que me provocaba ver la sangre fue lo que me hizo que no me dedicara a mi otra pasión, la medicina.
Y una vez que termina su formación, llega a trabajar en Juan Gil. ¿Qué representa para usted trabajar en una empresa como esta?
Mi carrera como enólogo y la actual etapa de Juan Gil como bodega, con Miguel y Ángel Gil al frente de la misma, van de la mano. Nada más terminar la carrera se cruzó en mi vida Miguel Gil, con quien empecé a trabajar y no he dejado de aprender. Él me conocía desde crío por la relación profesional que mantenía con mi padre, el primer contacto laboral fueron las prácticas de mi carrera cuando él buscaba enólogo para retomar el proyecto bodeguero de su familia y en aquel momento los dos iniciamos el camino que nos ha llevado juntos por senderos inimaginables. Estar en un proyecto tan familiar pero tan importante desde sus cimientos me genera una gran satisfacción y agradecimiento a lo que me ha ido deparando el destino, me siento orgulloso de formar parte de un proyecto que tiene un futuro enorme. He crecido y he visto crecer Juan Gil desde el comienzo de su nueva etapa como elaborador de vinos de calidad con destino a su comercialización embotellado, sintiéndome una parte importante del proyecto, algo que a veces, también me ha provocado algo de vértigo cuando soy consciente de la importancia que ha tomado el proyecto actual.
Y además están presentes en 10 denominaciones de origen, con uvas, climas y zonas distintas. ¿El trabajo es diferente en cada una de ellas por estas condiciones? ¿Cómo es un día en su trabajo?
Bueno, mi trabajo es una tarea apasionante que me ha permitido aprender a una velocidad increíble gracias a todo el equipo que tenemos, creo que la mayoría de los enólogos del mundo querrían tener la oportunidad de colaborar con compañeros enólogos que elaboran uvas totalmente diferentes a las tuyas, en climas y zonas diferentes entre sí, eso te obliga a enfrentarte a retos y, por tanto, ampliar el conocimiento de forma insospechada. No hay máster que permita aprender así.
Ser el coordinador técnico del grupo significa que mantengo contacto directo con el resto de enólogos y enólogas del equipo así como con los viñedos de cada una de las zonas. Mi tarea es asegurar que todas nuestras uvas y vinos cumplan con nuestros estándares de calidad, asesorar y garantizar el cumplimiento de nuestros controles técnicos, definir el estilo junto a ellos y marcar el rumbo a seguir en cada cosecha y en el futuro.
El día a día en mi trabajo es bastante cambiante ya que depende mucho de la época del año en la que nos encontremos, dependiendo si estamos en vendimia, antes o después de ella. Son varios factores ya que antes de vendimia es el control de viñedos, en vendimia es la elaboración y después de ésta es el seguimiento, cata y selección de los vinos jóvenes y selección de los vinos que van a entran en barrica, entre otras cosas.
Ha viajado por medio mundo para formarse. Habrá conocido muchos vinos, ¿qué distingue a los vinos españoles de otros?
Realmente son muy buenos. Hay muchas características, pero para destacar quizás dos, la primera es la tipicicidad de las regiones vitícolas y las variedades autóctonas que conservamos. La otra característica es la gran relación calidad/precio que somos capaces de ofrecer. En España hay grandes vinos a unos precios que, en Francia, con la misma calidad, cuestan tres o cuatro veces más.
Desde que usted se dedica profesionalmente al mundo del vino, más de 20 años, ¿cuál ha sido la evolución de los vinos españoles en general y de Jumilla en particular?
En ambos sentidos la evolución ha sido ascendente y nos lo tenemos que creer. España elabora vinos a la altura de cualquier otro mercado y son muy demandados en los mercados maduros por la versatilidad, originalidad y tipicidad que ofrecen. En el caso de Jumilla, nos lo tenemos que creer porque en la última década hemos dados pasos muy firmes, aunque todavía quede mucho por hacer. A mí personalmente, lo que más me preocupa es la gestión de los viñedos para garantizar el futuro de todos. La recuperación de los viñedos viejos de Monastrell a lo largo de los últimos años y sobre todo su clon autóctono, que en nuestro caso hemos conservado gracias a los viñedos más viejos y que hemos reproducido en las plantaciones nuevas a través de nuestro propio vivero, ofrece un potencial tremendo por su perfecta aclimatación a nuestra zona consiguiendo uvas de gran calidad que dan lugar a vinos muy equilibrados.
Muchos bodegueros de Jumilla que también la trabajan muy bien y nosotros mismos con la aportación de nuestro granito de arena, hemos provocado que los prescriptores de opinión de todo el mundo perciban la variedad Monastrell como una variedad noble que da lugar a grandes vinos de calidad dignos de ser reconocidos entre los mejores del mundo.
Si a todo esto unimos la mejora de las técnicas de elaboración y sobre todo la de las condiciones de mantenimiento de los vinos en las bodegas, tanto en los depósitos, barricas o como en los almacenes botelleros, ha hecho que los vinos elaborados con esta variedad hayan cambiado la imagen de vinos que eran percibidos como poco aptos para vinos de larga crianza y de guarda a tener una imagen absolutamente diferente de que pueden mantenerse en condiciones óptimas para su consumo durante largos periodos de vida y que sea reconocida por la mayoría de los prescriptores de opinión y de los consumidores como una de las variedades más nobles.
¿Qué es más difícil, hacer un vino que le guste a la crítica o prensa especializada o que le guste al consumidor?
Lo más complicado es hacer un vino que entre en los dos perfiles, porque a veces el gusto del consumidor es totalmente diferente al gusto del crítico, lo ideal es conseguir un vino que esté bien puntuado en la crítica y que sea uno de los vinos que más guste a la mayoría de consumidores.
Y para usted, ¿qué cualidades debe tener un buen vino?
Para mí un buen vino es el que tiene equilibrio entre fruta y una buena envoltura de madera que lo haga más persistente y estructurado, pero siempre que la madera quede detrás respetando la variedad y el terruño de la uva.
Y ¿qué hay detrás de los vinos que elaboran en Juan Gil?
Hay principalmente grandes viñedos viejos de monastrell cultivados con dedicación tanto por la bodega como por agricultores proveedores que están con nosotros desde el inicio de la bodega. Para mí esta es la base principal de los vinos de Juan Gil. Es importante también la elaboración con técnicas modernas, pero respetando la tradición, la selección de barricas y demás procesos en bodega, pero sin una buena uva de monastrell es difícil hacer un vino que te pueda diferenciar.
¿Qué retos se plantea a nivel personal?
Verdaderamente mi reto personal va enlazado con el reto de la empresa. Los próximos retos pasan por conseguir la sostenibilidad en los cultivos y en las elaboraciones, creo que muy pronto podremos conseguir tener todo nuestro porfolio en ecológico y eso hablando de diez zonas vitivinícolas tan diferentes, es un reto apasionante.
-Y a nivel de empresa, ¿en qué proyectos trabaja actualmente?
A nivel de bodega estamos implantando nuevas técnicas de I+D+I para un mayor aumento en la calidad de los vinos de nivel medio. Además, trabajamos en la elaboración de vinos sin alérgenos, tipo histaminas o sulfitos, con el objetivo de conseguir en un futuro vinos con estos niveles de alérgenos más bajos, hasta el punto de eliminarlos, pero manteniendo la misma calidad de siempre. En paralelo estamos desarrollando proyectos para diversificar.
-Por último, recomiende un lugar, un vino y un plato.
Un lugar: Jumilla. Un vino: Un Monastrell de Jumilla. Un plato: Un gazpacho jumillano o quizás unas chuleticas de cabrito a la brasa.