El prestigioso doctor y, además jumillano, Pedro Luis Ripoll, ha recibido la Insignia de la Ruta del Vino de Jumilla 2023. Por este motivo, Siete Días mantuvo una amena conversación con él sobre este reconocimiento, la estrecha relación que mantiene con Jumilla y los recuerdos de su pueblo.

¿Cómo se siente tras recibir este galardón de la Ruta del Vino?
Un reconocimiento que me dan en mi pueblo, tan generosa e inmerecidamente, emociona y llega al corazón y, además, rodeado con todos mis amigos de la infancia y de toda mi familia. Me sorprendió mucho cuando me lo comunicaron, porque no conocía este evento y me pareció una idea magnífica, en esos atardeceres de Jumilla, donde refresca un poco, y donde combinan música y vinos.

¿A quién le comunicó primero que le otorgaban este galardón?
A mi mujer, que también le encanta Jumilla. Y la persona en la que pensé fue en Pepe García Martínez. Ha sido uno de los jumillanos más legítimos que yo he conocido. Era hasta un poco “pesado” con el pueblo. Lo amaba y lo conocía perfectamente, porque nuestro pueblo tiene una personalidad muy, muy definida y no es fácil de entenderlo. Jumilla no tenía tren y las comunicaciones eran muy limitadas, por lo que era un pueblo con un cierto grado de aislamiento lo que favoreció esa personalidad tan propia y muy marcada. Una personalidad a la que yo soy adictivo.

¿Qué significa recibir este reconocimiento en su tierra?
Mucho. Para mí, el centro de mi vida es Jumilla, aunque he vivido en muchas partes, de hecho, hoy trabajo en cinco ciudades y en algunos países como Egipto o Dubai, donde frecuentemente realizamos intervenciones quirúrgicas y labor médica. Sin embargo, parece que solo he vivido en Jumilla y nunca hubiera salido de aquí. Hago todos los días una preparación física que me dirige, el también jumillano Martín González Palencia, y hablamos mucho de Jumilla. Me dice “eres muy del pueblo” y para mí eso es un orgullo. La mentalidad es la que me transmitió mi abuela, muchos años viviendo en la calle la Feria donde nací. Los principios que han guiado toda mi vida se basan en lo que aprendí en mi pueblo.

Y, además, recibió ese reconocimiento en un entorno muy especial para usted
He sido muy feliz en esta plaza de Arriba, donde hoy todavía se hace el Prendimiento, al que yo asistía encantado, muy cerca de la casa de mis abuelos. Esos alrededores son una parte de mi vida, he jugado mucho en ese espacio.

Galardón que se une a otros recibidos en Jumilla, como el de Embajador que le otorgó Siete Días donde, en ese momento, reconoció que se siente querido aquí
Sí. Es una relación muy entrañable y muy difícil de describir. Donde me siento cómodo es en mi pueblo, aunque físicamente puedo venir muy poco, pero mentalmente estoy mucho en Jumilla. En mí, siempre está presente la calle de la Feria, la finca de mi abuela, Santiago, Santa Ana, donde veraneábamos y con los padres franciscanos jugábamos al fútbol en Santa Ana La Vieja, el Picacho, cómo nos reíamos en la Feria, los corros que hacíamos en la calle en verano hablando, y muchos recuerdos y momentos. Y todo eso me aporta una salud mental extraordinaria. Con esos recuerdos me entra oxígeno. Cuando tengo la oportunidad de venir, me encuentro con las personas que más me conocen, verlos es una cosa muy especial, y con las que yo me puedo quitar un poco el traje del doctor Ripoll, que, a veces, es un poco incómodo.

¿Cómo es un día en la vida del doctor Ripoll?
Aunque también soy Pérez de los Cobos, familia de la que me siento muy orgulloso, ahora soy más Ripoll, que son una gente muy rutinaria y sistemática, toda mi familia eran médicos. La rutina te permite hacer las cosas con un menor esfuerzo. Tenemos doce clínicas en todo el mundo, trabajo en cinco ciudades, no tengo carné de conducir, por lo que voy siempre con mis enfermeras, y hago siempre lo mismo. Tengo una vida trepidante, pero estoy encajado perfectamente y puedo decir que soy una persona feliz.

Realiza muchos trabajos de investigación, ¿en qué está centrado actualmente?
Ahora mismo, estamos trabajando en una cosa un poco rara. Las ciencias exactas son aquellas que piensan con las matemáticas (química, ingeniería, arquitectura…). Las ‘no exactas’, no utilizan las matemáticas para pensar.
Nosotros estamos introduciendo unos laboratorios que miden muchos parámetros en el aparato locomotor para, a través de esas medidas, poder utilizar las matemáticas, que es la única manera objetiva que tiene el ser humano de pensar, en el diagnóstico de las enfermedades del aparato locomotor. Es apasionante, tiene una vertiente estrictamente médica, pero tiene otra como filosófica. Tenemos la sensación, que somos de los primeros en el mundo, con la colaboración de un Instituto de Bolonia, que estamos intentando esto.
A veces se avanza, no solo yendo hacía adelante, sino yendo hacia atrás, y muchas cosas que se han dejado, se retoman. Y viceversa, en cosas en las que se ha avanzado, habría que revisarlas. Por ejemplo, creo que, hoy en día, el abuso de las nuevas tecnologías aleja a los seres humanos y ese contacto y esas relaciones personales habría que recuperarlas.

¿Qué es lo que no puede dejar de hacer cuando viene a Jumilla?
Lo primero que hago, es lo mismo que hacía cuando iba con mi abuela, que era una jumillana patológica. Siempre cuando veníamos a Jumilla, subíamos el puerto y se ve el pueblo y mi abuela decía: “Mi rico pueblo”.
Y ese momento, en el que se ve el pueblo, es el momento ‘top’ del viaje. Y nunca me voy de Jumilla sin comer gazpachos y empanadas (que también me traen a la consulta cada vez que viene un jumillano) y ahora, fruta, que es riquísima.