Editorial

Quizá pueda parecer un chiste, pero es que el destino es así de gracioso y ha querido que la Semana Santa de este año se retome justo donde se quedó la última que se pudo celebrar, la de 2019, donde todo marchó hasta Miércoles Santo, y a partir de ahí, se tuvo que suspender todo por culpa de una lluvia que no dejó que saliera a la calle ni una sola procesión más, así como la última tamborada y traslados.


Este año ha ocurrido lo contrario, ya que se truncó la procesión de Martes Santo, que llegó incluso a salir al completo pero que la lluvia hizo que tuviera que retornar a la Iglesia de Santiago. Se intentó, pero al final se tuvo que tomar la decisión más lógica, ya que aunque algunos pensaban que se trataba de cuatro gotas, lo cierto es que no dejó de chispear, y la llovizna se hizo más intensa a las tres de la mañana. Aunque en estos casos hay que tener muy claro que en cuanto hablamos de imágenes y abalorios de gran valor en la calle que pueden sufrir daños, no se trata ni de cuatro gotas ni de cinco, ya que, a la primera, hay que estar planteando ya la suspensión.
Luego se llegó el Miércoles Santo, que, a pesar de dos reuniones de las hermandades participantes, se decidió salir con todas las previsiones en contra, y lamentablemente tuvo también que cortarse cuando solo habían iniciado el cortejo unas pocas cofradías.
De esta forma, la Semana Santa 2022 continuó donde dejamos la de 2019, y de dos, hemos podido hacer una, eso sí, con un tiempo final excelente.