Director ejecutivo del Centro de Salud Mental Parc Taulí, que forma parte del OSAMCAT

Con motivo de los últimos datos obtenidos en España sobre el incremento de trastornos depresivos, se ha mantenido una entrevista con el psiquiatra yeclano Diego Palao, director ejecutivo del Centro Parc Taulí, que forma parte del Observatorio de Salud Mental Comunitaria de Cataluña.

¿Qué efectos tiene la crisis económica en la salud mental?

Hay un estudio realizado en España que ha evidenciado, sobre todo al principio de la crisis, un incremento importante, de alrededor del 11%, de trastornos depresivos, de ansiedad y los relacionados con el consumo del alcohol. Aunque, desde los centros de atención primaria donde han acudido estas personas, no se han derivado a centros de salud mental, que ya atendemos a un 3% de la población. De todas formas, sí que se han modificado los motivos de consulta de los pacientes.

¿Estos trastornos pueden volverse crónicos?

Evidentemente una persona con paro de larga duración está sometida a un gran estrés, porque no puede dar de comer a sus hijos, pagar el piso… Puede desencadenarse una depresión que en un entorno favorable no aparecería. En este punto es cuando algunos casos pueden pasar a ser crónicos. También si los factores se mantienen en el tiempo al final generan una sensación de desesperación. De hecho, cuando analizamos la conducta más grave asociada a la depresión, el suicidio, se ve el efecto del sistema de protección público en los estudios comparados. En los países con más ayudas y protección social hay una tasa de suicidios menor, porque este sentimiento de que nada cambiará no existe.

Y los profesionales de los centros de primaria, ¿están preparados para diferenciar los casos graves y derivarlos?

Los síntomas son diferentes en intensidad, número y en repercusión funcional. Por ejemplo, un problema que pueda tener una persona en su vida no le impide relacionarse, trabajar y hacer más o menos vida normal, aunque exista esa tristeza o elemento emocional. En cambio, la enfermedad incapacita y ahí está la clave. De hecho, se ha desarrollado una herramienta, una guía de práctica clínica, para ayudar a los médicos de atención primaria, para poder tratar mejor la depresión. Consiste en una serie de preguntas que permiten hacer un diagnóstico correcto de la depresión y tiene una gran fiabilidad, la misma que si se hiciera la visita al especialista. Además, contribuye a hacer una evaluación del riesgo de suicidio asociado a esta enfermedad.

¿Debemos hablar sin reparos del suicidio?

Tenerlo escondido contribuye a la situación actual, que es de estigma. Los familiares, en casos de suicidio, tienden a ocultarlo porque está concebido como una debilidad humana, cuando en realidad es una enfermedad, hay que entenderlo como un problema de salud. Está estigmatizado y debería tener una atención más comprensiva por parte de todo el mundo y seguramente contribuiría a rebajar los datos. Eso pasa, en general, con las enfermedades mentales.

¿Es complicado detectar una conducta suicida? ¿Sigue algún patrón?

Es muy complejo, ya que no se produce por un único factor. Además también influye la personalidad. Pero la mayoría de los casos están asociados a las depresiones, más de la mitad, incluso según algunas estadísticas hasta el 80%.

¿Y el perfil?

Dependiendo de las tentativas. Las personas que realizan múltiples son en general mujeres, mientras que los que lo intentan en menor número o incluso una sola vez, normalmente son hombres de más edad, que viven solos y, entre otros factores, toman alcohol. Pero son perfiles genéricos, cada persona es un mundo. La prevención se basa en adaptar los medios terapéuticos a ese individuo en cuestión. Un ejemplo muy claro son los jóvenes. Piensa que es la primera causa de mortalidad en Catalunya entre este colectivo, 450 muertes al año. Por eso tenemos un programa específico para ellos. Sus intentos de suicidio son normalmente mediante la ingestión de fármacos y por tanto acostumbran a sobrevivir. En estos casos no detectamos patología mental. Es simplemente que tienen dificultad para solucionar los problemas y reaccionan de una forma inadecuada. La solución que se aplica es un entrenamiento psicoterapéutico con un psicólogo y la familia para que aprendan que se puede actuar de otra manera ante la frustración.

¿Qué resultados ha dado?

No vuelven a tener conductas suicidas. Es un cambio radical. Normalmente, hasta el 40% de los reincidentes de suicidio lo vuelven a intentar durante el primer año; con esta medida se reduce hasta el 5%.

¿A qué factores atribuye la prevalencia entre los jóvenes? ¿A la sobreprotección, por ejemplo?

Hay dos factores clave. Por un lado, la personalidad: ante la adversidad reaccionan de forma irreflexiva, que tiene mucho que ver con la educación, en ser responsable y cómo les enseñan a superar los problemas. Si no se tienen esos valores, la gente que tiende a ser más impetuosa no consigue controlar este impulso. Por el otro, el de las drogas. El consumo de cannabis entre los jóvenes es un drama social que no está bien medido. Hay una sensación de ausencia de riesgo y no es cierto. Los fumadores habituales tienen tres veces más de posibilidades de sufrir esquizofrenia. Esto no quiere decir que todos los que fumen lo padecerán, ya que también influye la genética, pero sí que aumenta mucho el riesgo de tener experiencias psicóticas o desencadenar una enfermedad grave como una psicosis.