Qué bonitas son las campañas electorales, que humanizan a los líderes de los partidos políticos hasta el punto de parecer precisamente eso, humanos.

Y es que no me digan que no es bonito encontrarse con Pedro Antonio Sánchez en el mercado medieval, o tomar tranquilamente un café junto a María González, que mañana mismo visitará la localidad para jugar sus cartas. Incluso un mitin de Podemos en Jumilla se ha podido presenciar en estas fechas, un grupo político que ni siquiera tiene representación en el Ayuntamiento.

Porque ahora es tiempo de ser buena gente y ganarse a los votantes. Es tiempo de promesas electorales, de esas que con el tiempo se van diluyendo y quedan enterradas en el cajón de los olvidos. Así ha funcionado siempre la vieja política, consciente de que el contrincante de enfrente utiliza la misma estrategia, evitando así los reproches recíprocos. La irrupción de los nuevos partidos políticos no es la panacea, pero al menos van a introducir savia nueva en el Congreso. Una regeneración de las formas y una imposición del buen hacer independientemente del color. Fuera corrupción y fuera mentiras electorales. Con esas premisas, cada cual que vote al que más le guste. Y si no ahí estarán algunos para recordarlo. Personas que, al menos todavía, no tienen las manos atadas ni ninguna piedra en la mochila, y pueden hablar y condenar este tipo de asuntos sin miedo al ‘tú mas’, o quiz’a no tanto.

Así que si tienes alguna propuesta o sugerencia que hacer a los líderes políticos, ahora es el momento. De hecho, el único momento. Ahora todo son puertas abiertas y sonrisas, líderes dicharacheros y cercanos que escuchan a la gente y se preocupan de sus problemas. Por eso, disfrutemos de esta época de felicidad en la pradera y compartamos la alegría de estos diez días que nos quedan hasta volver a meternos en las trincheras. En menos de dos semanas se descubrirá el pastel y comprobaremos en nuestras propias carnes lo que ha calado el benévolo mensaje de unos y otros. Ya llegarán las lagrimas, ya.